Ante el día mundial para la prevención del suicidio.
“Me quiero morir”, “esta vida es una mierda, mejor no haber nacido”, “no quiero vivir”… ¿Qué hacemos cuando escuchamos estas frases? Pues normalmente nada; le quitamos importancia; intentamos darle la vuelta para mostrar a la persona que lo dice la cara amable de la vida; incluso, en algunos casos, llegamos a tomarlo como una broma, una salida de tono, una llamada de atención.
Este es el gran problema del suicidio: que no se habla de ello. Cuando alguien lo menciona nos da miedo, no sabemos cómo afrontarlo y preferimos taparlo, ignorarlo, enmascararlo. Y de esta manera el suicidio se convierte en un tema tabú del que es mejor no hablar. Y así, sin darnos cuenta… , agravado a raíz de la llegada de la pandemia por la COVID 19, resulta que, ya es la primera causa de muerte entre las personas jóvenes y adolescentes en España según datos de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio. Tan tabú es que este dato ni siquiera se ha publicado en los principales medios de comunicación. El denominado “efecto llamada” por el cual se omite cualquier información referida a un tema para evitar su repetición, es falso, al menos, en este caso. Muchos expertos han insistido en este tema: no existe tal efecto llamada y lo que hay es miedo a hablar del tema. Los profesionales de los medios están formados y formándose sobre cómo abordar estas noticias. Una cosa es informar de un hecho real que sucede con más frecuencia de la que se cree, y otra recrearse en los temas escabrosos sobre cómo una persona ha llevado a cabo el hecho del suicidio.
Una vez más el silencio, ese gran aliado del suicidio.
Y diagnosticado parte del problema, ¿qué podemos hacer para intentar frenar una realidad que aumenta y que deja a muchas familias destrozadas y, también, a muchas personas malheridas, con una calidad de vida peor que la que querían dejar atrás -aquellas que no consiguen su objetivo y tras un intento de suicidio sufren secuelas permanentes-?
Cierto que es, como tantos, un tema complejo. Son muchas las causas de las conductas suicidas: depresión, adicciones, bullying, salud mental, … Incluso podríamos ahondar en una causa fundamental: la influencia de lo social y sus valores. Y también podemos hablar de diferentes tipos de suicidios (Émile Durkheim, en su libro “Le Suicide”, en 1897, ya distinguía entre “altruista, egoísta y agónico”).
Ante todo ello, la concienciación es fundamental. Concienciar significa dar visibilidad a la problemática del suicidio, alertar sobre su amplitud y promover la solidaridad tanto a nivel de prevención como de apoyo a las personas en duelo. Concienciar y sensibilizar pasa por hablar y facilitar que se hable del suicidio. Es necesario fomentar el diálogo y poner en marcha campañas de concienciación. Queremos contribuir a romper el tabú y el estigma que envuelve al suicidio y al duelo por suicidio. Es imprescindible para entender y ayudar a las personas que lo necesitan (ASPAS, Asociación para la Prevención del Suicidio y la Atención al Superviviente).
En España, según datos de esta asociación, mueren actualmente al año 4000 personas, casi 11 al día, a causa de suicidio.
En el año 1991 murieron en España 5736 personas en accidentes de tráfico. Veinte años después y gracias al esfuerzo que hacen las Administraciones para disminuir los accidentes de tráfico, con unas campañas de publicidad con enorme calado, esta cifra ha disminuido a 1101 víctimas mortales en 2019 menos de la cuarta parte. Un rotundo éxito. Está demostrado que las campañas de concienciación y prevención cumplen su objetivo.
Tenemos que hacer lo mismo con el suicidio: implementar campañas destinadas a la prevención. Transmitir a los potenciales suicidas que quitarse la vida no es sólo “el fin del sufrimiento”… sino que es el fin último. Cuando una persona se suicida no quiere dejar de vivir, lo que quiere es dejar de sufrir, quiere descansar. Este es el mensaje que necesitamos transformar. Hay otras salidas. El suicidio tiene consecuencias irreversibles y existen muchos motivos para no dejar de disfrutar del don de la vida.
Hace falta más implicación social en la prevención, no solo del ámbito de la salud mental (que ya está muy implicado), sino también del personal médico de primaria, del periodismo, de agentes sociales, de los colegios. De modo que cuando escuchemos un “no quiero vivir” le prestemos la importancia que se merece, sepamos cómo reaccionar, hablemos con esa persona, la derivemos a un recurso especializado, y, sobre todo, se sienta escuchada y acompañada. En este caso, SÍ HAY SALIDA. EL SUICIDIO NO ES LA SOLUCIÓN.
Por eso, desde el Partido Por Un Mundo Más Justo, proponemos
- Llevar el drama de los suicidios al debate público, dejando de hacer de él un tema tabú y abordando su prevención con decisiones políticas, serías, rigurosas, valientes y humanas.
- Promover campañas de sensibilización y formación a diferentes niveles: institucional, educativo, informativo… para la prevención del suicidio y el tratamiento del mismo desde una óptica integral y siempre disuasoria.
- Consensuar en la comunidad científica y distribuir de forma pedagógica las “alertas” ante posibles comportamientos-actitudes suicidas, para poder identificarlos y darle respuesta cuanto antes.
- Destinar más recursos al acompañamiento de situaciones donde se haya dado una “alerta de suicidio”: a los protagonistas y sus entornos cercanos (familiares, amigos y otras personas de influencia), así como a los procesos de duelo.
Por Un Mundo Más Justo es un partido que trabaja de modo especial por las personas y colectivos más vulnerables y nos sentimos una organización que busca que todos los seres humanos puedan vivir con dignidad y plenitud. También esto es una manifestación de la fraternidad universal a la que aspiramos. Por eso no puede dejar de dolernos la “derrota” del suicidio y, en nuestra mirada esperanzada, creemos posible dar pasos para terminar con este drama silenciado que afecta a tantas personas de nuestro entorno.
Grupo de Salud Mental de M+J