Ante el reto de una valoración rigurosa de la COP 28

 

ANTE EL RETO DE UNA VALORACIÓN RIGUROSA DE LA COP 28

Recientemente se ha celebrado la COP 28 , la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático. Ha tenido lugar en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, una ubicación que ya de por sí ha levantado cuestionamientos  y sospechas de diversa índole.

Nuestro partido, a través de sus Equipos de Ecología, de Economía y Sostenibilidad y de Energía, ha visto muy oportuno hacer una valoración de la misma y de los acuerdos tomados, tratando de tener una mirada rigurosa y constructiva, como nos es característico.

Son muchas las voces que, hace tiempo, ven en estas cumbres mucho de escaparate, incluso de estrategias de “greenwashing” de sus participantes (una práctica consistente en orientar la imagen de marketing de una organización o una empresa hacia un posicionamiento ecológico, mientras que sus acciones van en contra del medio ambiente). Somos conscientes de ello, así como de los diferentes y poderosos intereses que existen en todo lo relacionado con los modelos energéticos, la explotación de recursos y demás. Es algo que rubrican personas de nuestra formación que han podido seguir en mayor o menor medida el desarrollo de la COP.

Sin embargo, con todo, creemos que se ha convertido en un espacio cuyas decisiones pueden influir de manera decisiva en la mejora o empeoramiento de nuestro clima y de las condiciones de vida en nuestra Casa Común. Por eso se hace imprescindible, incluso con todos los cuestionamientos que nos surgen, hacer una valoración de las medidas tomadas y, lo que es más, seguir las mismas para reclamar su cumplimiento o no, en tanto en cuanto sean oportunas.

En ese sentido, vemos algunos de los acuerdos alcanzados en la COP28 como  positivos: Poner foco en la eliminación de los combustibles fósiles, la creación del Fondo de Pérdidas y Daños -que venía siendo una reivindicación histórica de los países más pobres-, el acuerdo para triplicar la capacidad de la energía renovable de aquí al 2030, la reducción de las emisiones directas de metano de las petroleras y el compromiso por mejorar la eficiencia energética.

Pero claramente las medidas son insuficientes. La ciencia nos dice que, la senda actual, no nos permite cumplir con los Acuerdos de París. Las emisiones a nivel global lejos de reducirse han alcanzado un nuevo máximo en el último año. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) en el Sexto Informe de Evaluación indica que la temperatura ya ha alcanzado un calentamiento de 1,1 ºC por encima de los niveles preindustriales. En este último año 2023, el Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Unión Europea encontró que la temperatura global ha sido 1,4  ºC por encima de niveles preindustriales, siendo el año más caluroso jamás registrado.

Los próximos años son claves; lo que no se haga ahora tendrá que ser afrontado en próximas décadas con un mucho mayor coste, y en muchos casos no podrá revertirse.

Por otro lado -y es algo que preocupa particularmente a Por Un Mundo Más Justo-, las comunidades más pobres son los que más sufren las consecuencias de la crisis climática, ya sea porque está en juego su propia supervivencia (el aumento del nivel del mar puede provocar su desaparición), o por no tener capacidad para implantar políticas de adaptación para poder afrontar el impacto de fenómenos meteorológicos, cada vez más extremos y frecuentes.  Es difícil de prever las consecuencias, pero es más que posible un aumento de los movimientos migratorios que afectará a millones de personas, haciéndoles tener que abandonar sus casas. Y, lo que es seguro, es que afectará a la calidad de vida de millones de personas.

La creación de un Fondo de Pérdidas y Daños es una buena noticia, pero no cubre ni de cerca la necesidad. Se han de incrementar los importes y  vigilar que no se convierta únicamente en un sistema de financiación que genere deudas impagables para estos países. Para eso, es necesario ahondar en las ayudas directas que vengan a responder a una política de justicia climática, desde el principio de que, quien ha generado el problema, asuma la carga que le corresponda.

Con todo ello, desde M+J incidimos en la necesidad de políticas de justicia global y de una transición justa y sostenible, entre ellas:

– Justicia con los países empobrecidos, más vulnerables. Las políticas de adaptación son insuficientes y es necesario tanto financiación como ayudas directas;

– Política clara de reducción de combustibles fósiles en plazos compatibles para cumplir con el Acuerdo de París, y apuesta decidida por las energías renovables;

– Política de migración y refugiados climáticos, puesto que, como ya está ocurriendo, algunas comunidades se ven obligadas a trasladarse a nuevas ubicaciones, por ejemplo a causa de la subida del nivel del mar;

– Medidas de adaptación en la agricultura, para que sea más sostenible a la vez que rentable para los productores. Una agricultura regenerativa que se adapta a los cambios del clima al mismo tiempo que previene un mayor calentamiento, desertificación y erosión de los suelos. Ambas cosas son posibles y más beneficiosas para el agricultor y por supuesto para toda la población;

– También es necesario una real -y no interesada solo desde el punto de vista de la imagen empresarial- “Ecologización” en los diferentes sectores, así como unos flujos financieros más verdes o ecoresponsables;

– Por último, creemos esencial tomar conciencia de que no solo se trata de un problema desde la perspectiva de la producción, sino que los países ricos -y sus habitantes- tienen que profundizar en si es posible compatibilizar los niveles de consumo actuales, con un sistema de producción sostenible para el planeta. Planteamientos como el de “la economía de los suficiente”  puede ser un paso hacia una alternativa justa, equitativa y sostenible a nivel global. Sabemos que, en frente nos encontraremos con fuertes y poderosas maquinarias que tienen sus intereses puestos en su crecimiento económico sin más. Pero, estamos convencidos de que es inteligente -además de éticamente responsable y humano- trabajar en esa dirección.

La crisis climática es un problema global, en el que ganamos todos o perdemos todos. No hay ningún país que se salve de las consecuencias. Los que menos recursos económicos tienen (“países pobres”) tendrán más dificultad para hacer frente a los impactos, pero la transformación de los ecosistemas, pérdida de biodiversidad, aumento de fenómenos metereológicos extremos, o problemas en el suministro de alimentos, van afectar a todos los países del planeta. La mejor forma, por tanto, de abordar el problema no es con una actitud de competencia entre países para “cargar a los demás” su responsabilidad, sino de cooperación para, entre todos, dar pasos decisivos. Eso también es parte de la mirada de ciudadanía global que impulsa M+J.

Equipos de Energía, Ecología y Economía y Sostenibilidad de M+J