El valor de lo que no vale. En memoria de Pere Casaldáliga, cmf

Ha muerto Pere Casaldáliga. Obispo y misionero claretiano. Bien conocido de la mayoría de los que leáis estas líneas por su servicio a los empobrecidos, de modo particular a las comunidades indígenas del Mato Grosso, en Brasil.

Yo soy seglar claretiano, por lo que he crecido con referencias continuas a su persona. Eso no significa -ni mucho menos- que sea experto en su figura, pero el conocimiento que tengo de él es suficiente como para entresacar algunas enseñanzas que considero fundamentales para mi como creyente, evangelizador o ciudadano. Concretamente, aquí comparto tres con todos los simpatizantes del partido Por Un Mundo Más Justo, al que estoy afiliado desde el año 2006:

  1. En primer lugar, la necesidad de vivir con radical coherencia entre lo que creo, lo que digo y lo que hago.

¡Cómo “se nos ve el plumero” a muchos cristianos, comenzando por mí! ¡Qué fácil me resulta criticar lo que va mal, echar balones fuera buscando culpables o “arreglar el mundo” citando versículos del Evangelio… pero sin pringarme en la búsqueda de soluciones, alternativas… o sin hacer caso a aquel famoso adagio latino “res non verba” (hechos, no palabras)! Así solo vendemos humo.

Pues bien, no sé si alguien se atreverá a negarlo pero, frente a ello, Pedro Casaldáliga ha sido ejemplo luminoso de vivir consecuentemente con sus principios y su fe. Incluso a riesgo de dar la vida en más de una ocasión por sus denuncias de las injusticias o sus defensas de los débiles.

  1. En segundo lugar, la importancia de ser sensible.

A este mundo nuestro le falta corazón. Llamadlo por alguna de las palabras afines o como queráis: empatía, compasión, o la ternura que nos recuerda una y otra vez el Papa Francisco. Pero qué distinto es todo cuando en medio de los conflictos -los míos más personales o los que atañen al conjunto de la humanidad- somos capaces de “meter sensibilidad”, de ponernos en el pellejo del otro, de renunciar a mis intereses propios por buscar el bien común… Entonces la comprensión de la realidad y la gestión de los problemas adquieren otro cariz más fraterno, más humano… Y así, las soluciones siempre están más cerca.

En esa línea, todos conocemos la dimensión poética del Obispo Pedro. Algo que, desde siempre, me dejó entrever su profunda sensibilidad: Un “revolucionario” poeta; un “subversivo” que hace rimas; un luchador por los derechos humanos que no pierde nunca el corazón en esa batalla; un profeta que denuncia anunciando esperanza.

  1. Y en tercer lugar, la desconcertante fuerza de la fragilidad.

La imagen  de Casaldáliga siempre me ha llamado la atención por su complexión aparentemente débil. Físicamente no era ningún portento. Y sin embargo cuántas causas -como a él le gustaba llamarlas- ha sido capaz de empujar y llevar a buen término. Y para mí esto, ampliándolo más allá de lo físico, es Evangelio puro. La aceptación de que Dios se hace presente en lo débil (“Dios ha elegido lo débil del mundo para confundir a lo fuerte” 1Cor 1,27) , en lo incierto, en lo que huele a “fracaso”, a barro, a pobreza… Eso es parte esencial del mensaje de Jesús de Nazaret: a la Gloria de la resurrección por la fragilidad de la Cruz.

El Obispo que se nos ha ido hizo de esa lógica la aritmética de su existencia. Sus cuentas eran muy diferentes a las de la mayoría de todos nosotros: los “menos” son los “más”; los pobres son los ricos; los frágiles… los fuertes; los últimos… los primeros.

Coherencia, sensibilidad, fragilidad. Tres características de las muchas que podría resaltar de Pedro Casaldáliga y que, fijaos vosotros por donde, para mí son mimbres esenciales de este Partido Por Un Mundo Más Justo (M+J) en el que milito. Un partido que me obliga día a día a ser más coherente con mi fe, más consecuente, más valiente, más auténtico; que me habla de “otra forma de hacer política” desde la sensibilidad, la misericordia, el entendimiento; y que quiere ser la plasmación política de que, los que “no tienen valor” para la sociedad son aquellos a los que tenemos que darle más valor en nuestras propuestas y acciones (los “sin” -papeles, trabajo, techo, derechos, fuerzas, dinero, justicia…-, los frágiles, los descartados…).

Quizá, por todo ello, poco después de la fundación de nuestro Partido, él lo apoyó con un breve pero significativo mensaje: “La enhorabuena por la creación y por la terquedad de ese joven partido, que debería ser el partido de toda la humanidad consciente y corresponsable, ‘Por un Mundo más Justo’”.

Cada uno saque sus conclusiones.

Yo lo hice al sentirme impactado por otro pensamiento suyo: “No basta con ser creyente. Hay que ser creíble”. Porque, en cómo nos comprometemos con el mundo, de modo particular con los que “no tienen valor a sus ojos”…. nos jugamos los creyentes mucho de dicha credibilidad.

 

Luis Antonio Rodríguez Huertas
Afiliado de M+J

¿Te estás preguntando si Por Un Mundo Más Justo somos un partido cristiano?

Lo cierto es que oficialmente somos un partido aconfesional, pero esto puede cambiar. Desde nuestro inicio en 2004, pretendimos no excluir a nadie de nuestra propuesta política por ningún motivo, tampoco el religioso. Durante 16 años de andadura política, hemos ido afiliando personas con diferentes confesiones, ateas y agnósticas. Aunque hay una mayoría cristiana la diversidad es muy grande. El común denominador es que todas al debatir y participar, frecuentemente explicamos nuestra confesión para explicar nuestros valores o cada punto de vista. Por esta razón en el anterior Congreso de 2019, surgió formalmente la propuesta de que nos consideremos un partido «pluriconfesional» de modo que sigamos siendo inclusivos y al mismo tiempo expongamos con naturalidad nuestra orientación religiosa. Este es el vídeo de la propuesta que estamos debatiendo internamente en los foros: