No encontramos ninguna justificación para una guerra en Ucrania.
En M+J nos es difícil imaginar que haya alguien con “la cabeza suficientemente amueblada” que aún pueda seguir pensando que la guerra es algo bueno y necesario. Más todavía si, en lugar de a la cabeza, aludimos al corazón y a la sensibilidad que todos deberíamos tener.
Porque no habría que convencer a nadie de que toda guerra solo trae de forma directa destrucción, dolor, sufrimiento, pérdidas de vidas humanas, tragedias familiares y, a continuación, dominio de unos sobre otros, desigualdad, empobrecimiento, años duros… A todo ello, cómo no, añadimos la constatación eterna de que, en cualquier conflagración militar, los que salen más perjudicados son los más vulnerables y frágiles. Sería interminable hacer una enumeración de todos ellos, pero basten de botón de muestra -porque hay imágenes que tenemos grabadas en nuestra retina para siempre- los niños, las personas mayores, los que menos recursos tienen…los inocentes.
Por eso, que en pleno siglo XXI nuestro mundo esté flirteando con la posibilidad de una guerra a raíz del conflicto en Ucrania, como si fuese una estrategia más de presión al otro, de “empoderamiento” sobre los demás, de dejar claro quienes son los que dictan las normas y los poderosos, o que nos importe más la repercusión en los mercados que las consecuencias humanas … nos parece de una estupidez supina, más propia de seres irracionales que de “homo sapiens”.
Actualmente se cuentan, al menos, 65 conflictos armados abiertos en todo el mundo. Y entre todos ellos hemos contabilizado más de 12 millones de víctimas. Ni siquiera la dichosa pandemia del COVID -que en muchos lugares paralizó la vida de millones de personas- ha conseguido parar este truculento escenario mundial.
Al mismo tiempo no somos tan ingenuos como para pensar que lo que está pasando en la antigua república soviética es de fácil solución. Sabemos de los intereses geopolíticos, de los juegos de poder internacional, de la importancia estratégica de los gaseoductos rusos para Europa, así como del derecho de los países a organizarse, a defender sus fronteras (¡Ay, las dichosas fronteras!), de buscar alianzas y ampliar sus horizontes comerciales y de influencia. Pero nada de eso puede estar por encima del valor de la paz, la defensa de la vida y la construcción de un escenario mundial de convivencia y fraternidad. Lo que pase de ahí -y si no lo vemos así…algo nos pasa como humanidad- obedece a intereses particulares y económicos, al servicio de los cuales se ponen las maquinarias ideológicas y periodísticas afines.
Para Por Un Mundo Más Justo la difícil solución a este -y a cualquier otro conflicto- pasa por la vía diplomática, buscando la ecuanimidad en la valoración de la situación, porque cuando hay tantas cosas en juego todos parecen tener razón -puedes ver aquí un artículo sobre “las razones de Rusia” y aquí otro sobre “las razones de Estados Unidos” . Son momentos para demostrar como humanidad que nuestra inteligencia es la mejor aliada para encontrar vías pacíficas para rebajar las escaladas de tensión recuperar el diálogo y no llegar nunca a “apretar el botón de la guerra”. En ese sentido nos hacemos eco de las declaraciones del senador estadounidense Berni Sanders que, si bien, sigue haciendo culpable de todo a Putin y sus decisiones, avisa de que una guerra en Ucrania sería terriblemente destructiva y, por ello, hay que buscar una solución diplomática
No a la guerra.
No a la estupidez de la guerra.
No al daño irrecuperable e innecesario de la guerra.
Sí al diálogo, la fraternidad y la paz.
Por Un Mundo Más Justo (M+J)