Pequeña, perdónanos.

A veces también en la política es necesario hablar con el corazón, desde el dolor, la rabia, la impotencia. Porque ello habla de nuestros anhelos y de nuestras frustraciones, de nuestras conquistas y de nuestros fracasos… Sin renunciar nunca a nuestra humanidad y a construir desde la esperanza.

Hoy compartimos un texto en esa línea. No es un “posicionamiento político”. No es una batería de propuestas para solucionar un drama que nos sobrecoge. Es, simplemente, el corazón de nuestros militantes que habla para ayudarnos a despertar… y a coger impulso para seguir trabajando decididamente por un mundo más justo. Porque lo necesitamos. Y porque es de justicia.

REACCIÓN A. PARTE PRIMERA:

“Yo no tengo la culpa de la muerte de esa niña inmigrante. De hecho, no tengo la culpa de la muerte de nadie, pues yo no soy quien los empuja a una patera, ni el mafioso que les saca hasta la sangre. Tampoco tengo la culpa de su pobreza. Ojalá que pudieran vivir bien en sus países para que se quedaran allí. Yo no tengo la culpa de que estén tan mal. Es más, estoy a favor de que se les ayude. Pero allí: en sus países. Porque una cosa está clara: aquí no pueden venir todos. Si los acogemos el efecto llamada traerá a los demás. El efecto “llamada”…. porque para eso tienen un móvil en el bolsillo”.

REACCIÓN B. PARTE PRIMERA:

“Soy yo quien sostiene el cuerpo inerte de una niña desfallecida, quien siente el peso de sus lánguidos brazos, su cabeza rendida, su pecho pétreo aterido de frío. Soy yo su madre, quien la vio temblar de miedo, de frío y no pudo hacer nada, pues sus brazos no bastaron. Soy yo el padre que vendió lo poco que tenía y entregó el famélico fruto de su esfuerzo para meter a su familia en la barca que prometía una vida mejor. Soy yo el ingenuo que no sabe que en Europa nadie abre los brazos pues todos temen que les quiten sus riquezas y privilegios. Soy yo quien vio morir a su hija.”

REACCIÓN A. PARTE SEGUNDA:

“…Porque aquí no nos sobra. Mira cuánta gente hay en paro. Yo tengo que trabajar duro para ganarme el sueldo, que a mí nadie me regala nada. Pero ellos vienen aquí pensando que les vamos a mantener. Y venga ayudas y subvenciones… Pero para nosotros, los de aquí, nada. Mira esos ancianos que viven con 200 euros de pensión. ¿A ti eso te parece bien? ¿No habría que ayudar primero a “los nuestros”? Porque nos quitan el trabajo. Mira, en la hostelería cada día hay menos trabajo porque ahora contratan a inmigrantes ilegales y les pagan cuatro céntimos. Y así en todos los sectores. Aquí no podemos ayudarlos. ¿Acaso los vas a meter tú en tu casa? ¿Vas a quitárselo a tus hijos para dárselo a ellos?”

REACCIÓN B. PARTE SEGUNDA:

“Cuando vi a Aylan tumbado boca abajo en la arena de la playa vestido como uno de nuestros hijos, sentí una angustia indecible. Esto debe parar, pensé; alguien debe hacer algo, grité. La humanidad no puede permitir esto o dejará de ser humana. Pero ha seguido ocurriendo día tras día, mes tras mes, año tras año.

… Hoy he visto a dos voluntarios de Cruz Roja tratando de reanimar a una pequeña en el muelle de Arguineguín y su desesperación fue también la mía. Lo consiguieron, pero murió días después. Pobre niña. Pobres padres. Pobre mundo este donde los niños mueren por huir de la miseria. Migrar es un derecho. Un derecho humano. Dónde… ¿dónde entonces están los seres humanos? Son esos que mueren y también esos que tratan de impedirlo.

Ojalá yo pudiera hacer algo.”

UN TRISTE EPÍLOGO Y UNA PREGUNTA:

En el Kurdistán iraquí, en la entrada a una comunidad, alguien pintó el cuerpo de Aylan boca abajo en la arena y escribió: “Nosotros éramos sus padres. No olvidaremos”. Pronto habrá un dibujo en una comunidad de Mali con el cuerpo de esta pequeña, sostenido por los brazos de un voluntario, donde diga algo similar: “Nosotros éramos sus padres. Nos cuesta perdonar”.   Y es que para ellos la solidaridad no era solo una esperanza, sino la certeza de que la humanidad se apiada de ellos.

Porque, ¿qué es más humano? ¿La empatía o el egoísmo? Esta es la elección que nos definirá en la historia, cuando alguien, cuando todos, miren hacia atrás y se pregunten cómo pudimos consentirlo.

Menos mal que nos llenan de esperanza las miles de manos de ciudadanos anónimos que se surgen estos días en Canarias y en tantos puntos de España y del mundo ofreciendo mantas, bocadillos, casetas, consuelo… ante tanto dolor y abandono institucional que sufren estas personas. Personas que se ven en nuestras calles durmiendo al raso, con sed, hambre, frío, desesperación, miedo…

Nos emocionan los cientos de luces que inundan hoy simbólicamente la playa de la ciudad que vio morir a la pequeña en memoria y señal de respeto ante tantos dramas que estamos viendo en nuestras calles.

A ellos les decimos GRACIAS al tiempo que alzamos la voz para exigir a nuestros Gobiernos que despierten y pongan los medios para hacer más humanas todas estas situaciones de vulneración de los derechos más básicos. Para pedir políticas de acogida, respeto e integración, y no de abandono y negación de derechos como el de movilidad.

Nosotros a cada uno de los ahogados le diríamos lo mismo que a esta pequeña fallecida en Canarias: PERDÓNANOS.

Gara Rodríguez, afiliada y Coordinadora del Partido Por Un Mundo Más Justo M+J en Canarias

Roger Calabuig, afiliado y miembro de una Organización Humanitaria.