Ante la consecución del mundial femenino
¡Es una deuda grande la que tenemos con ellas! No sólo con Cata Coll, Misa Rodríguez, Enith Salón, Ivana Andrés, Ona Batlle, Olga Carmona, Laia Codina, Rocío Gálvez, Alba Redondo, Oihane Hernández, Irene Paredes, Tere Abelleira, Aitana Bonmatí, Irene Guerrero, Jenni Hermoso, María Pérez, Alexia Putellas, Claudia Zornoza, Mariona Caldentey, Athenea del Castillo, Esther González, Eva Navarro y Salma Paralluelo, sino con todas las mujeres que, desde hace tiempo, se calzan las botas de tacos y saltan al campo a jugar a algo tan simple como dar una patada a un balón. Decimos que el fútbol es un deporte masculino, pero ¿quién le pone género al deporte? Correr detrás de una pelota lo hacen desde siempre las niñas y los niños en los patios de los colegios, en los descampados donde haya una lata que golpear, allá donde algo sea susceptible de ser lanzado con un puntapié, y, si entra entre dos palos, el júbilo se desborda. Eso es fútbol, eso es deporte. Sin añadidos.
El logro de las chicas de la selección nacional de fútbol femenino es un paso adelante en el feminismo. Pero no sólo por los 103 apasionantes minutos vividos con emoción y nervios de la final, sino por todo lo que hay detrás. Como seguidora de la selección y madre de futbolista mujer, sé lo que han pasado estas chicas hasta llegar ahí. Los desprecios, los ninguneos, los esfuerzos… nada comparables a sus compañeros chicos, porque sus condiciones nunca han sido iguales. Además de jugar y entrenar al máximo nivel, han tenido que exigir mejoras salariales, facilidad de conciliar, más atención psicológica y médica, mejores condiciones de transporte, y han tenido que denunciar muchas discriminaciones más. Y lo malo, es que lo han tenido que pelear no por ser futbolistas, sino por ser mujeres. Sus homólogos hombres, sólo por el hecho de serlo, ya gozaban de esos privilegios. Les bastaba con jugar. Por lo tanto, la aportación que ha supuesto esta lucha al feminismo ha sido enorme, no sólo el triunfo, que ha sido el broche de oro al trabajo bien hecho, sino su perseverancia, sus renuncias, sus heridas mentales.
Todo cuenta.
Por eso, creo que perdernos en otros temas sería desligitimar esta lucha que viene de lejos. Muchas mujeres han querido y han jugado al fútbol, pero no han podido, como contaba el otro día una oyente en un programa de radio: tras muchos intentos de formar un equipo de mujeres en la universidad de Granada hace muchos años, lo tuvieron que dejar porque no les cedían campos, y porque estaban cansadas de escuchar los comentarios sobre sus uñas o sus piernas en vez de su juego.
Pero esta selección ha dicho basta; como todo el camino hacia la igualdad, el feminismo tiene hitos, momentos en los que las mujeres se plantan y dicen «hasta aquí, no vamos a seguir cediendo». Y así ha sido: no han cedido en consentir el maltrato en el vestuario, el tener que acudir a fisios privados cuando se lesionaban porque no tenían derecho a los fisios del club, el tener que dejar de jugar por embarazos sin merecer una compensación por ello… Ellas se han unido, han arriesgado su puesto en el equipo, han exigido y han plantado cara a una discriminación invisible y que las relegaba a la invisibilidad, siendo como son, unas campeonas con larga trayectoria demostrada. Como otras muchas deportistas, por supuesto -a las que no quisiera dejar en el olvido y también quiero reconocer-, pero el fútbol mueve masas. Nos gustará o no, pero a día de hoy es un deporte que abre titulares. Y hablando de titulares, a pesar del gran hito de nuestras jugadoras, seguimos abriendo portadas tras el triunfo de un equipo de mujeres en un mundial femenino, con la foto de un hombre diciendo: “me molestó que se dudara de mi honoraribilidad” .
Más machismo y egocentrismo en una sola frase es imposible de concebir. Y páginas y páginas hablando de que somos campeones. ¿Qué significa esto? Que las futbolistas han ganado un mundial y una batalla, pero el machismo en el fútbol sigue campando a sus anchas, sin repercusiones inmediatas. La guerra sigue. Y hablo en términos bélicos siendo consciente de que el feminismo es la única revolución que ha conseguido sus logros y avances sin un solo muerto, por la vía de la paz y la SORORIDAD (esa palabra que algunos dicen que está de moda pero es tan antigua como la raza humana, que ha generado lazos de hermandad entre las mujeres para avanzar juntas).
Yo estoy emocionada; han sido muchas mañanas de gradas heladas bajo la lluvia, muchos entrenos de mi hija escuchando a los compañeros futbolistas llamarlas marimachos, muchas competiciones de colegio sin poder participar porque eran chicas. Recuerdo cuando Coca Cola, en el año 2005 no permitió a algunas niñas de 12 años participar en un torneo porque no tenían suficientes componentes como para formar un equipo… Y el domingo pasado, Coca Cola patrocinó ese partido. ¿Eso significa que la marca haya avanzado en su perspectiva de género? Lo dudo, lo que significa es que el fútbol femenino empieza a tener rédito económico. Pero ese es otro tema que abordaremos más adelante. Hoy nada tiene que enturbiar ni desvirtuar el foco de lo que estamos celebrando: el triunfo de la selección femenina de fútbol fue un éxito rotundo. No sólo a nivel deportivo, sino a nivel de feminismo.
María Seco Martínez, afiliada M+J Madrid, miembro del Equipo de Mujer