Caminar a hombros de gigantes en la era de los reels

En la era de la inmediatez y del Tik Tok, de los «reels» y los cortos en YouTube, de los mensajes efímeros en Instagram, nuestra vida política y nuestra sociedad se han visto impregnadas por la fugacidad y la cultura de los 280 caracteres de Twitter.

Titulares y eslóganes para movilizar y para juzgar, para reafirmarse o para criticar… pero difícilmente para mirar la realidad de forma reposada y en profundidad, en toda su innegable complejidad. En estos tiempos difíciles, en los que la velocidad vertiginosa del cambio parece habernos desprovisto de las herencias culturales que nos sustentaban en el pasado, se requiere, más que nunca, de personas, liderazgos y propuestas políticas capaces de levantar nuestra mirada de la inmediatez para afrontar nuestra época con una mayor audacia y perspicacia.

Desgraciadamente – tal vez fruto de esa misma fugacidad – la vida política se sustenta hoy en promesas electorales que se olvidan con la misma facilidad con la que se cambian los estados de WhatsApp. Y en este panorama, brillan por su ausencia las referencias a los cimientos profundos y a los valores subyacentes que dan forma a las respectivas propuestas políticas que se ofrecen a la sociedad. En un mundo caracterizado por la inmediatez y la información a golpe de tweet, la reflexión filosófica sobre el ser humano parece haber perdido el papel que desempeñó en otras épocas.

Sin embargo, la construcción antropológica y filosófica sigue siendo crucial para cualquier sociedad que se resista a quedar a merced de lo que dispongan los algoritmos. Por ello, los partidos políticos del siglo XXI no deberían conformarse con responder a la complejidad de nuestros tiempos con la simple herencia ideológica de siglos pasados, en contextos históricos muy diferentes. En nuestros días se hace imprescindible una reflexión antropológica y filosófica profunda para afrontar los retos actuales que se nos plantean como sociedad. Y la política no puede quedar al margen de esa reflexión, en la medida en que incide en las cuestiones fundamentales de la existencia humana y de la convivencia social sobre las que es preciso legislar.

En mi opinión, los partidos políticos deberían trascender la mera presentación de medidas y promesas electorales para definir claramente el sustrato antropológico que proponen a la sociedad, y con ello, qué tipo de persona y sociedad quieren construir. Solo desde esa reflexión filosófica sobre el ser humano tiene sentido abordar muchos de los problemas que nos afectan como personas y como sociedad. No basta con la simplista división entre progresistas y conservadores. La propuesta política, si quiere ser coherente, debe responder a preguntas tan importantes como ¿Qué somos las personas? ¿Desde cuándo somos personas? ¿Qué es la justicia? ¿Dónde están los límites de la libertad? ¿Por qué debo renunciar a mi interés personal por un interés general? ¿Es mi libertad la medida de las cosas y de lo que soy? ¿Lo es la voluntad de la mayoría? ¿Qué entendemos por progreso? ¿Qué futuro debemos construir? ¿Qué legado debemos conservar y preservar? ¿Existe un bien común objetivo que debamos alcanzar? En su caso, ¿Quién o cómo se define?… Estas y otras cuestiones son lo suficientemente profundas como para que no dependan de intereses cortoplacistas o electoralistas. O lo que es peor, que las dejemos en manos de los distintos poderes fácticos, lobbies o intereses económicos. Está en juego nuestro futuro como sociedad. Y las respuestas a esas preguntas tienen implicaciones a nivel de ética, de justicia, de igualdad, de libertad, de derechos y de deberes.

Evidentemente, reflexiones de ese tipo no caben en un tweet. También precisan de ciudadanos críticos, formados y maduros, que no se dejen llevar por eslóganes viscerales ni consignas ideológicas, algo que, desgraciadamente, suele interesar poco a la clase política. Del mismo modo, nuestra sociedad precisa inevitablemente de políticos honestos y críticos, que reflexionen sobre valores fundamentales como la ética, la justicia, la igualdad y la libertad. Políticos con un marco moral sólido, que vayan más allá del horizonte temporal de las elecciones y que sepan anteponer el interés general a los intereses partidistas y personales. Personas valientes, que se permitan discrepar en conciencia y en coherencia, incluso dentro de sus propios partidos políticos. Personas y políticos audaces que nos inspiren para construir una sociedad mejor y que nos ayuden a caminar “a hombros de gigantes” como expresó Isaac Newton hace más de cuatro siglos.

Jordi García Quintanilla, afiliado de M+J y Portavoz de M+J Andalucía