Diez años de aprendizaje: ¿qué nos dejó y se llevó el 15 M?; Una mirada desde M+J

Hace unas semanas se cumplían los 10 años del inicio del movimiento 15 M. Algo que, para muchas personas, especialmente para los que nacimos entre las décadas de los 70 y 80, fue una especie de bautismo sociopolítico vivido con una intensidad extraordinaria.

Tal vez por primera vez, compartíamos de forma colectiva (masiva) nuestra preocupación por la situación del mundo, nos atrevíamos a denunciar muchas cosas evidentemente injustas, asumidas como inevitables, y pedíamos la voz. Nosotros, jóvenes educados para un consumismo individualista y apolítico, queríamos salirnos de manera comunitaria de ese esquema.  Había una clara vocación propositiva y de construcción de alternativas. Se establecían conexiones transgeneracionales con referentes éticos indiscutibles, lejanos al “establishment” económico-político, que miraba el proceso desconcertado.

Se rompían los ejes clásicos de la dialéctica partidista y electoral española: i) nacionalismo-centralismo: hermanándose las plazas de Barcelona y Madrid o generándose un movimiento internacional con grupos en un centenar de países interconectados, ii) derechas-izquierdas: se superaba esta adscripción sociológica de partida y se iba al fondo, al diagnóstico compartido de la situación, a medidas de justicia y renovación democrática.

Bullía el debate, el intercambio de experiencias, la esperanza de transformación y el compromiso y el aporte personal de miles de personas. En algunos casos llegábamos desde espacios de compromiso previo, más minoritario y aislado (renunciando a banderas) y en otros era una primera experiencia.

La acampada de Sol y las múltiples grandes convocatorias donde miles de jóvenes se unían con formas nuevas para gritar, a veces en silencio, que queríamos un mundo mejor, conmovían. Allí estaban nuestros cuerpos y nuestras mentes para empujarlo, se asumía la corresponsabilidad.

Muchas de las personas de M+J, vivimos la experiencia con una mezcla de ilusión e incredulidad, aportando todo aquello que pudimos e intentando potenciar los valores de justicia social e internacionalismo que tenía el movimiento.

Todos los Partidos entraron en crisis, porque el movimiento superaba sus lógicas tradicionales y de marca. También en nuestro partido se sucedieron los debates internos sobre la importancia de sumarse a espacios políticos más amplios que pudieran superar el bipartidismo del momento y abrir la oportunidad a transformaciones de fondo. En los siguientes años M+J se presentó, en ocasiones, en espacios más amplios en los que participamos en su construcción, como la candidatura de Primavera Europea en las Elecciones al Parlamento Europeo de 2014 o Ahora Madrid, en las elecciones Municipales de Madrid de 2015, que llevaron a la Alcaldía a Manuela Carmena. En paralelo a nuestra candidatura de Primavera Europea de 2014 nació Podemos, que dio la sorpresa en aquellas elecciones, siendo capaz de captar buena parte del espíritu del 15M y de las personas movilizadas, superándonos claramente: 5 eurodiputados a 1.

Desde M+J, en esos años intensos y convulsos (2012-2016) se intentó mantener los valores esenciales del partido y buena parte del espíritu del 15M: diálogo con los otros, construcción conjunta, valoración de las cosas que teníamos en común y promover transformaciones en profundidad. Nos preguntábamos aquellos años: “¿Hasta dónde debíamos seguir en esos espacios para contribuir a cambios que considerábamos necesarios como la generación de gobiernos con otras prioridades (políticas sociales, cooperación internacional, regeneración democrática, fiscalidad redistributiva, transformación del modelo de producción y consumo (sostenibilidad…)? ¿Hasta dónde nuestra presencia en estos espacios los podría hacer más tolerantes, inclusivos y efectivos?”

Nuestro tamaño era pequeño y nuestra capacidad de incidencia en estos espacios también, y esto a veces generaba incertidumbre e impotencia. Quizás con el Partido con el que hubo una mayor relación y sintonía en ese periodo fue con Equo, partido ecologista que había nacido en 2011 y con el que compartimos varias candidaturas, como la de Primavera Europea, y donde hubo una rica colaboración entre afiliados. También hubo diálogos con Podemos y en las Elecciones Generales de 2016 se apoyó la candidatura de Unidos Podemos (en la que integraron Equo e Izquierda Unida). Acertadamente o no, algunos veíamos que ese espacio podía contribuir a transformaciones necesarias en línea con los valores del 15 M. Esto generó un fuerte conflicto interno en M+J.

En esos años, entre 2013 y 2016, Miguel Ángel Vázquez se dejaba la piel como secretario general del partido. Con él tuve la suerte y oportunidad de compartir unos años en la Coordinadora del Partido, junto con otras dos grandes personas: Ricardo Iglesias y Alberto Sánchez Buendía. En aquel tiempo éramos un partido con poco más de 100 afiliados, con un presupuesto muy pequeño que no permitía tener las más mínimas estructuras y personal que llevara las ideas a la acción…, pero actuaba, pensaba, soñaba y se atrevía a meterse en la marabunta de la transformación social y política del país. Desde estas líneas quiero agradecer a Miguel Ángel, y todos los que se dejaron un trocito de vida en aquellos años por M+J y, sobre todo, por intentar transcender la tradicional confrontación de la dialéctica política española. Sé que no pararán en su compromiso desde dentro o fuera del partido.

Tristemente, la coyuntura política-mediática fue cambiando y los viejos ejes confrontativos fueron reapareciendo y desactivando poco a poco al movimiento. En primer lugar, se recuperó la confrontación Cataluña-España, en buena medida alimentada por partidos que se veían deslegitimados por sus profundos casos de corrupción y la crisis económica, y necesitaban trincheras desde las que representar a “los suyos” y alimentar la confrontación identitaria. Les funcionó electoralmente, aunque ello haya conllevado un conflicto político y social del que va a ser difícil salir sin traumas, dolor, generosidad y grandeza de miras. Es lógico, cuando la identidad personal es ofendida (sea española o catalana) se moviliza una gran energía en su defensa (consciente o inconscientemente) y se desactivan otros lazos y otras preocupaciones como la justicia social, que tanto para el 15M, como para M+J, era lo fundamental.

En segundo lugar, la izquierda sociológica fue apropiándose del espacio del 15M de forma progresiva. Fue un proceso lento y tal vez natural. En un primer momento los anticuerpos para denominarse de izquierdas en los espacios “quincemayistas” eran grandes, lo que permitía que personas o partidos que no veníamos de la tradición política, familiar o afectiva de la izquierda española (muy respetable), nos sintiéramos plenamente incluidos.

También Podemos, que fue el partido que consiguió canalizar de manera más efectiva la energía del 15M, huyó inicialmente de la denominación de izquierdas, pero no dio protagonismo a personas de otros nidos y tradiciones sociológicas, y con el paso de los años se ha podido ver con claridad (muestra las últimas elecciones autonómicas madrileñas) la consumación de que para mantener ciertos niveles de voto (al menos un suelo) se volvía a apelar a la dialéctica derecha (o ultraderecha) – izquierda, lo que también le condena al porcentaje de voto tradicional de Izquierda Unida.

En definitiva, volvieron los ejes pre-15M y se disolvió la pulsión que había logrado superarlos.  Hoy, 10 años después, los desafíos siguen encima de la mesa siendo más urgentes que nunca. Han cambiado cosas en este país sin duda, no todas en la dirección adecuada, pero tampoco todas negativas. El 15 M trajo sus frutos, aunque parezca que están viviendo ahora el sueño de los justos: i) preocupación por los asuntos públicos de una generación y su participación activa en la política institucional, ii) ruptura de un bipartidismo anquilosado y primeras experiencias de gobiernos no monocolores, iii) avances importantes en la agenda de sostenibilidad (a nivel de las ciudades, el país y los acuerdos globales), entre otras muchas.

El 15 M es de muchos y no es de nadie, nos permitió pensar en grande, atrevernos a explorar alternativas que excedían límites territoriales, a sentirnos ciudadanos del mundo y a ponerlo en práctica. Las frustraciones de no ver los avances deseados pueden ser grandes y desmovilizadoras; pero, nadie dijo que fuera fácil, en Por un Mundo más Justo, bien lo sabemos, y no vamos a parar. Después de conmemorar… a seguir trabajando, que la tierra sigue girando y la tenemos “hecha unos zorros”.

Arturo Angulo, afiliado de Por Un Mundo Más Justo (M+J)