El caso de "El Rubius" y Andorra

El caso del “Rubius” nos hace reflexionar en torno a la cultura, la política y la ética individual.

Para el que no conozca este asunto, se trata de un “youtuber” que se ha ido a vivir a Andorra, en parte para pagar menos impuestos y en parte para no ser reconocido por la calle.

Para definir una postura en relación a este tema, es importante diferenciar tres ámbitos. El primero es la importancia de cimentar una cultura en la sociedad que fomente el cumplimiento estricto de nuestras obligaciones fiscales. El segundo es un análisis político del sistema internacional en que vivimos que permite evadir impuestos simplemente trasladando su vivienda unos kilómetros hacia el norte. El tercero es una reflexión en torno a las reacciones mediáticas dedicadas a juzgar la ética de personas particulares.

Juzgando la cultura:

Al margen de la necesidad de aumentar la eficacia del gasto público, es evidente que no hay nada que desintegre más a una sociedad que una cultura que fomente la evasión de impuestos. Los impuestos sostienen toda la arquitectura de convivencia de una sociedad.

La crisis que España atraviesa desde 2008 ha ayudado a mitigar la cultura de que “evadir” era de “listos”. La terrible pregunta “¿lo quieres con IVA o sin IVA?” se oye cada vez menos y en las comidas de amigos los autónomos ya no se lanzan a por la factura sin pudor (utilizaban esa factura de la comida como si fuera un gasto de su profesión para desgravarse el IVA). Además, la conciencia de luchar contra el enorme daño producido por los paraísos fiscales es cada vez mayor.

Pero aún queda mucho recorrido para fomentar una auténtica cultura de responsabilidad fiscal. Se calcula que, si no hubiera evasión fiscal de ningún tipo, se podría aumentar la recaudación fiscal en España en 30.000 millones de euros al año.

Es evidente que cualquier persona que se mude, supongamos que con el único objetivo de evadir sus obligaciones fiscales, está realizando una acción éticamente reprochable, pero si esta persona es además un “influencer”, es decir, una persona capaz de influir en la cultura, el daño es doble, ya que erosiona la cultura de responsabilidad fiscal que estamos intentando construir.

Juzgando el sistema:

Llama la atención la existencia de diferencias importantes en el pago de impuestos en lugares tan geográficamente próximos como Cataluña y Andorra. Es evidente que Andorra, con su menor presión fiscal, genera un efecto “llamada” que desequilibra el sistema.

Cuando esto lo llevamos al mundo del capital, la cosa se hace mucho más grave aún, ya que los lugares “geográficamente próximos” son todos los lugares del mundo. Dado que el dinero se traslada en microsegundos desde un lugar a otro del planeta, los paraísos fiscales generan un enorme desequilibrio, se encuentren donde se encuentren.

El drama es que cuando las personas se van a vivir a otro país, aunque se vayan únicamente para pagar menos impuestos, no desobedecen ninguna ley. Cuando el capital se mueve a paraísos fiscales, aunque se vaya con la única motivación de no pagar impuestos, tampoco desobedece ninguna ley. Este es el problema.

Esto es lo primero que debemos cambiar. Debemos terminar con los paraísos fiscales y debemos trabajar para que el sistema fiscal sea homogéneo en toda Europa (como primer paso). Hoy todos los países europeos están compitiendo fiscalmente por atraer el dinero, lo que provoca unas tasas impositivas al capital cada vez más bajas en todos los países del mundo, generando una enorme tensión en los sistemas de bienestar.

Es evidente que debemos avanzar en la construcción de acuerdos internacionales que eliminen los paraísos fiscales en todo el mundo y que “homogenicen” los sistemas fiscales en lugares geográficamente próximos. Para llegar a estos acuerdos debemos comenzar por generar una conciencia de “ciudadanía global”, de forma que las políticas que se diseñen sean coherentes con ese “bien común global”.

Juzgando la ética individual:

Cuando hemos juzgado la cultura hemos dicho con claridad que cualquier persona que se mude con la única intención de evadir impuestos está haciendo un acto éticamente reprochable, aunque sea legal. Esto es difícilmente discutible.

Sin embargo, mudarse a Andorra para estar cerca de sus amigos, no solo sería legal sino también perfectamente ético, aunque eso supusiera una reducción de los impuestos a pagar.

Por lo tanto, cuando se trata de juzgar éticamente una acción de una persona, con nombre y apellidos, conocer la intención de su acción se convierte en algo imprescindible. «El Rubius” alude tres motivaciones: El menor pago de impuestos, que no le reconozcan por la calle y estar cerca de sus compañeros de profesión que se han mudado antes que él. La primera motivación es éticamente reprochable, las otras dos no.

Nos resulta por tanto difícil juzgar éticamente su conducta porque no sabemos cuánto peso tiene cada motivación. Podemos imaginarnos, podemos suponer, pero no lo sabemos.

Desde el partido Por Un Mundo Más Justo, somos siempre prudentes cuando se trata de juzgar a personas con nombres y apellidos y nos sentimos alejados de los “escraches mediáticos” que pretenden hundir la reputación de una persona, mediante juicios despiadados, en base a una interpretación de lo que se entiende que han sido las motivaciones de la persona.

Lo que sí tenemos claro es que trabajaremos sin descanso para fomentar una cultura de responsabilidad fiscal y acuerdos internacionales que hagan cada vez más difícil la evasión de impuestos.

Partido Por Un Mundo Más Justo