La barbarie en el zaguán
“…Primero vinieron por los judíos. Y no dije nada, porque yo no era judío. Después vinieron por los comunistas. Pero no dije nada porque yo no era un comunista. Luego vinieron por los sindicalizados. Y no dije nada porque yo no era sindicalizado. Luego vinieron por los católicos. Y no dije nada porque yo no era católico. Luego vinieron por mí. Y ya no había nadie que quedara para decir nada por mí…”
Estas palabras, atribuidas erróneamente a Bertolt Brecht pero cuyo origen está en un sermón pronunciado por un pastor luterano alemán en la Semana Santa de 1946, en referencia a la pasividad ante la dictadura nazi, nos sirve, tres cuartos de siglo después, para hacernos alguna reflexión.
Parece como si las cosas no pasaran hasta que nos tocan de cerca. La pobreza no nos afecta si no pasamos hambre. No existe el cáncer hasta que no cae uno de los nuestros. A las cifras de desempleo no le hacemos caso hasta que alguien de nuestro entorno pierde el trabajo. La pandemia no existió hasta que nuestro vecino sufrió la cuarentena o hasta que supimos de la muerte de algún conocido…
Pero la barbarie no nació hace un mes. Llevamos mucho sabiendo de ella en guerras e invasiones, pero eran lejos y los que la sufrían no se nos parecían mucho; no nos afectaba. Parafraseando al pastor luterano podríamos decir que, supimos de la barbarie en países de África, pero no hicimos nada porque no iba con nosotros; la vimos en zonas de Oriente Medio, pero tampoco teníamos nada que ver con quienes la soportaban; ni siquiera nos sentimos aludidos cuando se acercó a nuestras costas navegando en pateras, tiñendo de rojo el azul mediterráneo. Sólo comenzamos a preocuparnos cuando la barbarie hizo su entrada en países vecinos en forma de familias enteras procedentes de Siria. Sólo entonces la sentimos algo más cerca, pero tampoco cambió nuestra vida. Era otra cultura, otra gente…
Si algo hay de positivo en todo esto es que por fin empezamos a darnos cuenta que tenemos un enemigo común, y que se extiende como una mancha de aceite, sea cual sea el continente o el origen de los hermanos que la padecen: la violencia, la guerra, la privación de los derechos humanos, la barbarie… Sólo queda esperar que empecemos a acabar con ella, ahora que la tenemos en el zaguán de nuestra casa.
Antonio J. Pérez, afiliado M+J Sevilla