¿Necesitamos la OTAN?

Estos días el Encuentro en Madrid de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) ha concitado el interés de todo el mundo.

Sin embargo muchos ciudadanos aún no somos conscientes de todo lo que supone dicho Tratado -más allá del escaparate mediático que lo envuelve-: su origen, sus objetivos y, lo que es más importante, sus consecuencias.

En ese contexto, conscientes de que -como tantos otros- se trata de un tema complejo, en M+J queremos tener una mirada rigurosa y crítica que, incluso, cuestione la necesidad de tal organismo.

Antes de nada, hay que tener presente que la OTAN nació como un intento de contener el avance soviético en la época de posguerra y disponer de una herramienta conjunta de defensa ante el mismo. Ya desde esta definición, cualquier persona podría preguntarse qué sentido ha tenido mantener vivo dicho Tratado en las últimas décadas, cuando el bloque soviético desapareció tras la caída del Muro de Berlín. De hecho no han sido pocas las voces reputadas que han planteado que ese tenía que haber sido su fin.

Lo anterior nos lleva, por necesidad, a la búsqueda de otros intereses que ha hecho que la OTAN permanezca, y a preguntarnos por la legitimidad y la oportunidad de los mismos.

Pues bien, a nadie se le escapa que, más allá de cualquier otra motivación que se publique, la OTAN supone un gran incentivo para el negocio de las armas. De hecho, hace ya dos años se difundía un informe por el que se estimaba necesaria una inversión de 60.000 millones de euros en gastos de defensa en un plazo de 20 años -hasta 2040- para la modernización y actualización de la Organización. Por otro lado, es notorio cómo la crisis de Ucrania ha sido el escenario perfecto para que muchos gobiernos hayan decidido subir su gasto en defensa hasta el 2% como pide la OTAN. Es el caso de España. Algo que, el encuentro de estos días en Madrid no ha hecho sino apremiar. 

Por encima de esta razón “no confesada” de intereses económicos y comerciales, los difusores de la OTAN -entre los que destaca, como es bien sabido, Estados Unidos, que además posee el liderazgo absoluto de la misma, entre otras formas con el establecimiento de bases militares propias en países como España y otros- hablan de la misma como una herramienta necesaria para la autodefensa de los estados y la contención frente a posibles amenazas externas. Y parece no haber mejor paradigma para este postulado que la crisis que está viviendo la maltrecha Ucrania, quien no puede defenderse como quisiera ante la invasión rusa por no pertenecer al Tratado. En definitiva no sería sino una actualización más que justificada del “si vis pacem, para bellum” (“si quieres la paz, prepárate para la guerra”). Una escalada armamentística “preventiva” que nos situaría a los miembros de la OTAN en el lado de los “que están a salvo” o, al menos, en posición de ventaja en un hipotético conflicto bélico. En esa dirección se encuentran afirmaciones como que el mantenimiento de la paz europea y la estabilidad en el orden occidental no tiene otra alternativa que reforzar la llamada política de puertas abiertas de la OTAN.

Pero es aquí donde nuestro partido encuentra el mayor cuestionamiento. ¿Puede contribuir al desarrollo de una civilización de paz -estable, duradera, y auténtica- el incremento en las estrategias armamentísticas y militares-? ¿No parece más bien un contrasentido y que encuentra su refrendo precisamente en la actual guerra en Ucrania, donde Putin y los suyos han encontrado la justificación de sus actos en la amenaza que, para ellos, suponía la posible instalación de bases militares de la OTAN cerca de sus fronteras?

Como ya hemos dicho, siempre hay “otros intereses” en todo lo que tiene que ver con las armas, con la guerra. Y en este conflicto sabemos que hay mucho de eso.

Pero lo que parece claro es que la existencia de la OTAN no evita, sino que más bien estimula, la posibilidad de conflictos mayores. Ya son muchas voces las que alertan por uno y otro “bando” de una posible tercera guerra mundial de consecuencias imprevisibles.

Con todo, desde M+J -un partido que se siente profundamente pacifista y que, entre otras cosas, ha apoyado iniciativas como el dividendo global para la paz o la ratificación del tratado contra las armas nucleares – no podemos más que hacer nuestro el llamamiento de muchas instituciones a recuperar, frente a la geopolítica de los bloques, la división, la amenaza, el miedo, la violencia y las armas… el sendero de la paz. En ese sentido suscribimos punto por punto el comunicado que ha hecho la Coordinadora Estatal de ONGs de Desarrollo  y que termina con estas diez peticiones:

  • El freno a los presupuestos militares. Es urgente frenar la escalada armamentística y garantizar que el dinero público se destine a políticas que garantizan los derechos humanos y seguridad colectiva, el desarrollo social y económico, la transición ecológica, la cooperación y la cultura de paz.
  • La adhesión al Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, tal y como apoya el 89% de la población española.
  • La priorización de la diplomacia para la solución de los conflictos. Es necesario abogar por el diálogo, la seguridad humana y el multilateralismo. El respeto por el derecho internacional y humanitario debe ser garantizado.
  • El fomento de los discursos de paz. Es urgente desarmar la palabra; tanto por parte de responsables políticos como por los medios de comunicación. Los medios públicos deben fomentar el periodismo preventivo y el de paz deben ser promovidos con el fin de explicar con rigor las causas de los conflictos y sus conexiones con fenómenos globales como el agotamiento de las materias primas y la subida de precios. Es necesario también un periodismo de soluciones en el que se expliquen las alternativas pacifistas que demuestran que otros modelos son posibles.
  • La promoción de los procesos de prevención, convivencia y cultura de paz. Procesos que deben ser apoyados por los Estados y las instancias internacionales y que deben contar con el protagonismo de las sociedades civiles implicadas; especialmente, las mujeres, quienes en todo el planeta y tal como reconoce la resolución 1325 de Naciones Unidas, han demostrado su enorme contribución a la paz. Es necesario apoyar a la diplomacia ciudadana con el fin de contrarrestar los discursos de odio y visibilizar las iniciativas colectivas pacifistas.
  • La consolidación de las políticas de paz, cooperación y desarrollo, en coherencia con otras políticas públicas. Urge poner en el centro la sostenibilidad de la vida y fortalecer la diversidad de agendas (feministas, decoloniales, antirracistas, ecologistas, pacifistas…) para la construcción de alternativas socioeconómicas.
  • El desarrollo de políticas de acogida integrales, que garanticen una protección y acompañamiento a las personas refugiadas para que puedan desarrollar sus proyectos de vida en el país de acogida.
  • La modificación o eliminación de la Ley Mordaza con el fin de proteger la libertad de expresión y reunión en España, y la celebración de movilizaciones a favor de la paz.
  • El fomento de la educación para la ciudadanía y la justicia global. Es esencial promover una educación que explique con rigor las causas de las violencias, las propuestas sociales alternativas y la cultura de paz.
  • El cuidado del ecosistema de la paz. La guerra es el último y terrible paso de un camino de crecientes conflictos que deben ser enfrentados desde su origen. Es necesario evitar las violencias estructurales que pueden derivar en conflictos.

Finalmente, sabemos de la dificultad y complejidad de cualquier cambio en las estructuras mundiales y que condicionan la vida de millones de personas, como es el caso de la OTAN, pero aún así, instamos a que progresiva y racionalmente la Organización del Tratado del Atlántico Norte -como cualquier otra que fomente la militarización y la carrera armamentística- vaya dando pasos hacia su desaparición y no lo contrario.

Sería la mejor señal de que nuestro mundo va en la dirección de la paz y no de la guerra y su autodestrucción.

Partido Por Un Mundo Más Justo