Se buscan Franciscos ... y otros.

En M+J no queremos “personalismos políticos”.

La historia demuestra que la inmensa mayoría de ellos fracasan, se corrompen, se dan la “vuelta como un calcetín”, se venden a los intereses particulares…

Pero, aun con la distancia que para muchos puede haber con Francisco, el hoy papa de la Iglesia Católica,  –también en el seno de nuestro partido donde hay personas de todas las creencias y confesiones, incluidos agnósticos y ateos-, pienso que no me equivoco al afirmar que en el momento actual, pocas personas representan la visión de un mundo más justo, fraterno, inclusivo, pacífico, sostenible… mejor que él.

Por eso, con las debidas prevenciones para evitar caer en lo que describía en las primeras líneas: ¿No piensa hoy mucha gente –quizá tú también- que, si otros “franciscos” tuviesen la oportunidad de gobernar países más allá del pequeño Estado Vaticano, o incluso una estructura supranacional… o de tomar decisiones de amplio calado mundial…otro gallo nos cantaría?

Al menos desde la perspectiva de la justicia y de los más vulnerables o, simplemente, de los que anhelamos y apostamos por otro modelo de construcción social más equitativa, más de cuidados, más de corazón, más solidaria…

De ahí que necesitemos “más franciscos”.

Es cierto que la historia ya nos ha ido regalando algunos de esos “personajes” que han contribuido a transformar positiva y radicalmente la historia. En ese sentido todos tenemos en la mente y el corazón nombres del pasado reciente: Gandhi, Luther King, Madre Teresa, Dalai Lama, Rigoberta Menchú…. Pero a día de hoy, si alguien  resalta –sin por ello despreciar a muchos/as otros/as-, es el que, para los cristianos católicos, es sucesor del apóstol Pedro.

Y ni mucho menos sólo por sus discursos o escritos. Sino sobre todo –que además es lo más importante para evaluar la proyección social y mediática de una persona- porque su vida y sus obras le avalan.

Su compromiso con los más frágiles y vulnerabilizados ya se le conocía siendo Arzobispo en Argentina, donde visitaba y casi vivía en las barriadas más humildes. Y nadie puede negar que, desde que asumió su servicio como Papa no ha hecho sino profundizar en esa opción. Precisamente porque vive su misión como servicio.

Sus exhortaciones y encíclicas apelando a la atención a las personas y colectivos “en la periferia” (la exclusión o el “descarte” cómo él suele decir), al cuidado de la “Casa común” (el medio ambiente, el ecosistema), a la búsqueda con ahínco de la fraternidad universal y de la amistad social… Sus encuentros  proféticos con realidades que representan las víctimas más sufrientes de nuestro mundo a menudo desnortado: los refugiados en Lampedusa, los perseguidos rohingas, los inocentes de Austzwitch, las víctimas de la guerra de Irak… Sus gestos integradores con personas de -supuestamente- polos existenciales diametralmente diferentes como el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb o el Ayatolá Al-Sistani… Su testimonio real de austeridad y vida desde coordenadas de sencillez, de ternura y acogida… Su valentía a la hora de exigir que los países del Sur reciban también las ansiadas y necesarias vacunas de la COVID19, o para impulsar una profunda renovación en las instituciones vaticanas para hacerlas más “coherentes” con lo que dicen representar y la lucha contra la corrupción en las administraciones eclesiales…

Y todo ello desde una radical apertura universal.

Francisco no habla solo a católicos o cristianos, sino a toda la humanidad. Lo ha hecho explícitamente en escritos como Laudato Sí o Fratelli Tutti o en sus grandes intervenciones en el contexto de la pandemia (“Todos vamos en el mismo barco” insistió en una vigilia de oración que realizó en una Plaza del Vaticano desierta por las medidas COVID a los meses de explotar la pandemia).

Por eso, a lo mejor te gusta y te sorprende el capítulo V de su Encíclica “Todos Hermanos”, cuyo título es “La mejor política”

En eso estamos el M+J.

Y en eso nos encantaría contar contigo.

Luis Antonio Rodríguez Huertas, afiliado de M+J