Acción para la salud de las mujeres 

Ayer, 28 de mayo, celebramos el Día Internacional de Acción para la Salud de las Mujeres. Este día conmemora la asamblea de mujeres celebrada en el año 1987 y que se conoce con el nombre de Red Mundial de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos. En esta fecha, cada año se pretende sensibilizar, a la población mundial, de la importancia de la salud sexual y reproductiva de las mujeres.

Desde el partido Por Un Mundo Más Justo nos unimos ayer a la celebración y ampliamos su sentido, por un lado, reivindicando el derecho a la salud de las mujeres y niñas y, por otro lado, poniendo de manifiesto, como nos dice Carmen Valls,  la invisibilidad de las mujeres para el sistema sanitario biomédico (hegemónico a nivel mundial).

Tal como nos apunta Laura Nuño, la honra y la honorabilidad de las familias se depositan en los cuerpos y sus comportamientos, sobre todo los sexuales y reproductivos, de sus mujeres. Así, la situación de subordinación a la que el las inercias propias del mundo construido desde una óptica masculina las somete, junto con el encorsetamiento que los mandatos de género les impone, crean una fragilidad en la salud femenina. La falta de acceso a la educación y la brecha salarial agravan esta inequidad.
Las curas y los cuidados, tanto formales como informales, tradicionalmente, por razones ligadas a los roles de género, se dejan en manos de las mujeres. Esta carga -unida a la falta de reconocimiento de los cuidados- aumenta el estrés mental, las lesiones físicas y limita las oportunidades de desarrollo personal y profesional fuera del ámbito familiar. Todo ello también incide en el estado de salud.
Organismos internacionales como la OMS y ONU Mujeres, así como los objetivos para el desarrollo sostenible, reconocen y defienden los derechos de las mujeres. A pesar de ello, numerosas son las situaciones que los transgreden y que influyen negativamente en la salud mental, física y reproductiva de las mujeres. Entre ellas la violencia machista, las violaciones, la esclavitud sexual, la trata de mujeres para su explotación en la prostitución, los matrimonios forzados, la mutilación genital femenina, las limitaciones en el acceso a medidas de planificación familiar.
Además, a pesar que en la actualidad, como mínimo en nuestra sociedad, la mayor parte de las profesionales dedicadas a salud (médicas, enfermeras, auxiliares…..) ya son mujeres, el peso de la Institución Biomédica es tan fuerte que también ellas (nosotras) reproducimos los mismos parámetros y perpetuamos desigualdades con las mujeres que atendemos. Algunos ejemplos de esas desigualdades son las altas tasas de mortalidad materno-infantil en muchos países con baja renta, la pobreza menstrual, la violencia obstétrica – como la generalización del parto “instrumentado”, aunque es cierto que hay corrientes fuertes a favor del parto “respetado”, donde las mujeres pueden y se evitan intervenciones sin justificación, que empiezan a calar y a dar sus frutos-, la medicalización de las diferentes etapas en el ciclo vital de las mujeres, los prejuicios relacionados con los diagnósticos de alta prevalencia femenina -como el caso de las mujeres con diagnóstico de fibromialgia que, a menudo son tachadas de “histéricas” e “hiperfrecuentadoras”- las depresiones de género, los retrasos diagnósticos -como ocurre con los infartos de miocardio donde la sintomatología en mujeres, como tiene presentación «atípica» (diferente a la de los hombres que es el parámetro estándar que se estudia en la facultad), se confunden muchas veces con ansiedad y se minimiza, por lo que tienen mayores tasas de morbi-mortalidad-, la falta de presencia de mujeres en los ensayos clínicos, etc
Todos estos son ejemplos de los riesgos que el género femenino se encuentra a diario ante sus procesos de salud/enfermedad/atención. Por lo tanto, y a pesar de la feminización de las profesiones sanitarias en nuestro entorno, el sistema biomédico sigue –en gran medida- al servicio del capitalismo salvaje, legitimando y perpetuando los problemas en la salud de las mujeres.
Porque el capitalismo nos convierte a las mujeres en consumidoras de productos cosméticos y dietas con el objetivo de mayores niveles de salud, pero en realidad consumimos empujadas por unos estándares de «normalidad», de belleza, que son impuestos. Además es un hecho que para aumentar las ventas se utiliza el cuerpo sexualizado de la mujer como recurso publicitario.

En este contexto, los/as profesionales reproducen las directrices, protocolos, evidencias científicas que todavía hoy son fruto del trabajo de una mayoría de hombres. Destacamos el hecho de que no solo en la toma de decisiones se produce una falla, sino que también en la investigación se produce en los ensayos clínicos una infrarrepresentación de las mujeres de modo que la evidencia científica se construye sin tener en cuenta sus especificidades. El «informe Científicas en Cifras 2021» elaborado por el Ministerio de Ciencia e Innovación que refleja que en el ámbito universitario los órganos de dirección, de gobierno y equipos de gobierno las mujeres están infrarrepresentadas en un 20-30%(https://www.ciencia.gob.es/stfls/MICINN/Ministerio/FICHEROS/Cientificas_en_Cifras_2021.pdf ). Otro ejemplo relevante es que solo hace dos años, en los Colegios Oficiales de Médicos a nivel provincial, son hombres el 88,5% de quienes ocupan la presidencia y el 76,3% de quienes ostentan las vicepresidencias (http://www.medicosypacientes.com/articulo/las-mujeres-ocupan-solo-el-20-de-los-puestos-de-direccion-aunque-son-mas-del-50-de-la-0).
Hemos querido apuntar diferentes ámbitos que generan problemas y limitaciones en la salud de las mujeres. Así pues, en este 28 de mayo, planteamos la necesidad de incluir en las políticas globales y las sanitarias en especial, el estado de salud de las mujeres y niñas, con tal que sea equitativa y justa. Complementariamente apostamos por la formación en nuevas masculinidades que fomenten la corresponsabilidad de los cuidados liberando, así, de la carga que impone el género.

Grupo de Mujer de Por Un Mundo Más Justo