
Aprendiendo a unir. Aprendiendo a construir un mundo más justo.
Este fin de semana nuestro partido ha celebrado su Congreso Nacional anual . Bajo el lema “SABER UNIR”, se han dado cita en los dos días que ha durado el evento más de 300 personas, a los que hay que añadir los que nos siguieron en directo desde casa y los más de 1000 que nos han visto después.
Iniciamos el Congreso tocados por la cercana tragedia de nuestras hermanas y hermanos de Turquía y Siria, cuestionándonos profundamente el orden de prioridades que tiene nuestro mundo y la necesidad de orientar los mismos hacia un sentimiento de corresponsabilidad y fraternidad universal. Durante todo el sábado y la mañana del domingo, hemos vuelto a vivir momentos emocionantes que ahondan nuestro convencimiento de que este proyecto tiene sentido e incluso, es urgente. Cada vez más.
Y en todo este transitar, nada fácil, con un trabajo “artesanal” que me gusta decir… se nos ha cruzado un lema escogido por 30 personas de la Coordinadora y de nuestro Equipo de Trabajo “Marco Ideológico”. Este lema, como todo en este partido, no es algo artificioso fruto de estrategias puramente comunicativas o electoralistas, sino que entronca profundamente con lo que vamos descubriendo como parte de nuestro ADN y que, como poco, no nos deja indiferentes.
“SABER UNIR”. En un contexto local, autonómico, nacional, internacional marcado por la polarización en sus muchas manifestaciones -así se ha afirmado más de una vez en el Congreso, de modo particular en una vibrante, emocionante y rotunda intervención de Jorge Serrano Paradinas, nuestro Coordinador General- la urgencia de “saber unir” se hace inapelable. Si no sabemos unir, perderemos la batalla de la lucha contra la pobreza, la desigualdad, la injusticia, la falta de fraternidad o cualquier otra de las fracturas que mantiene “abierta en canal” a nuestra humanidad.
Pues bien, hoy podemos decir que estamos aprendiendo a unir. Lo hacemos con muchísima humildad, conscientes de lo titánico del trabajo que tenemos por delante, con un grado de responsabilidad que raya lo “obsesivo” y sin perder nunca el foco de nuestro propósito por la mejora de las condiciones de vida de las personas más frágiles, desfavorecidas o vulnerabilizadas.
Nuestro papel en la recogida de firmas para la ILP por una regularización extraordinaria de personas migrantes que ha conseguido reunir a 900 entidades muy diversas en un mismo trabajo así lo avala. De hecho, estos días también han sido varias las ocasiones en las que voces por un lado y otro del partido han puesto en valor lo que, para muchos, ha sido una dimensión desconocida de toda la campaña de Esenciales: el enorme grado de dificultad -e, incluso, conflictividad- que se ha vivido en el seno de la Comisión Promotora de la ILP y que, sólo la sólida opción por unir en medio de lo mucho que separaba a sus componentes, evitó que se rompiese en muchos momentos del camino.
Y es que sabemos que, dicho camino de “unir en la diversidad”, no será nunca cuesta abajo. Más bien, en él lleva impreso -casi por naturaleza- el sello de lo a menudo heroico y “utópico”. Porque si hablamos de la voluntad de llegar a unir… lo hacemos porque el punto de partida es la división, la diferencia o, incluso, la colisión visceral de planteamientos distintos.
En ese sentido, me atrevo a dibujar algunos senderos imprescindibles que hemos de recorrer juntos/as para que la unión de los dos términos -saber unir- deje de ser la expresión de un buen deseo y se convierta, a través de múltiples aprendizajes, en una conquista indeleble.
- En primer lugar, creo fundamental aceptar que dicha conquista solo llegará de mano de personas -y estructuras de personas, como quiere serlo nuestro partido- que experimenten en sus propias vidas y de manera cotidiana lo que ello supone. Sin mujeres y hombres que ya vivan en primera persona el esfuerzo ascético que conlleva la búsqueda de establecer puentes, el resto será materialmente imposible.
- Esa capacidad personal y grupal pasa por crecer en “sabiduría” -de común etimología con la primera del lema: “saber”-, esa facultad personal nacida de la inteligencia y la experiencia, que nos otorga un mayor entendimiento y que, a su vez, nos capacita para discernir la verdad, lo bueno, lo malo y para actuar con sensatez, prudencia o acierto.
- En todo ese proceso sabio de construir en común, se me antojan del todo necesarias dos actitudes básicas: la capacidad de ponerse en el lugar del otro para tratar de entender de dónde viene sus posturas, opiniones y decisiones, y la búsqueda sincera de las heridas -tanto propias como ajenas- que condicionan muy a menudo las manifestaciones más fundamentalistas y dogmáticas con respecto a temas “polémicos”. Sin la primera, toda búsqueda de puntos de encuentro se hará tarea imposible porque siempre primará la creencia de que la razón “es nuestra” y los demás están, simplemente, “equivocados”. Y sin la segunda, olvidaremos que todos los seres humanos – también los que hacemos política-, estamos marcados por historias personales y colectivas que son causas casi inconscientes de nuestras inclinaciones y convicciones, y que requieren sanación, porque no siempre nos hablan de búsqueda del bien común o de neutralidad, sino, más bien, de intereses particulares, egos o situaciones “no resueltas”.
- Por último, si queremos “saber unir”, habrá que huir del titular fácil, de las formulaciones simplistas o del trabajo superficial y epidérmico. Si lo que más arriba he nombrado tiene algo de verdad -heridas, condicionantes, prejuicios no confesados, etc- el camino para la re-conciliación (otra expresión muy cercana a lo que estamos hablando) a la fuerza será lento, lleno de altibajos y nunca lineal.
Termino esta reflexión con una sugerente imagen y llena de simbolismo que me llegaba, tras nuestro Congreso, de uno de sus participantes y que esconde también el desafío del “saber unir” (es la que veis en la cabecera de este artículo).
Este el texto que la acompañaba:
“Esta foto también es del Congreso.
Vista desde la habitación al amanecer. La marquesina de la ventana separa dos imágenes: a la derecha, la torre como símbolo de poder; al otro lado, si miras en la parte baja [y hazlo, porque puede pasar desapercibido con facilidad], la vida entre cartones. “Saber Unir” era el lema del congreso…”
Reflexión que, a modo de testimonio precioso del que ya ha traspasado las barreras “imaginarias” de la separación y vive en clave de unir, terminaba con este añadido:
“Una última cosa como curiosidad. Hace años trabajé durante algunos meses en esa torre. Ya existía el poblado pero nunca les vi como ahora.
Un abrazo”.
Y es que, en Por Un Mundo Más Justo queremos contribuir a que se vean y encuentren “mundos” diferentes, a que se establezcan conexiones entre poblaciones distintas, a que surja del fondo de todos los seres humanos el gusto, el deseo, el trabajo y la esperanza de sentir que todos somos parte de lo mismo y vamos en el mismo barco… sabiendo unir. No como un fin en sí mismo -que no es poco- sino como condición “sine qua non” para alcanzar el mundo más justo que soñamos.
Sigamos, pues, aprendiendo a hacerlo realidad.
Luis Antonio Rodríguez Huertas, afiliado de M+J