Cuidemos el neurodesarrollo infantil para construir un mundo más justo  

El Grupo de Infancia del Partido Por Un Mundo Más Justo (M+J), sostiene que la manera más eficaz de lograr objetivos sociales de carácter inclusivo y sostenible a largo plazo consiste en prestar atención a las necesidades de la infancia. Apoyado en los últimos estudios en torno a infancia y neurociencia (disciplina que estudia el sistema nervioso y todo sus aspectos, que dan lugar al conocimiento y la conducta), y desde el análisis de la situación actual, donde se ha visto un incremento importante de fracaso escolar y de niños y niñas que viven en hogares en riesgo de pobreza y exclusión social (España es el cuarto país de Europa con mayor número de niños en riesgo de pobreza y exclusión social: el 30,3%), el grupo de infancia de M+J, en línea con sus objetivos –transformación social, educación, equidad, justicia…- considera oportuno ofrecer a la sociedad sus propuestas en torno a un modelo de neurodesarrollo infantil respetuoso, saludable, flexible e inclusivo, que contribuya y garantice la construcción de una sociedad más humana, justa y fraterna.

Atender las necesidades de la infancia, respetar sus derechos, mirar su desarrollo integrador desde la neurociencia, cuidar, potenciar y proteger todos sus entornos, debería ser “pilar prioritario”, ya que lo comunitario es esencial y, la infancia, el futuro.

En este contexto y especialmente tras la pandemia del COVID 19 donde se han visto exacerbadas las desigualdades y la vulnerabilidad de esta parte tan frágil de la población, la Comisión Europea ha propuesto hace unos meses una estrategia que protege a los menores. Entre otras cosas los Estados más afectados que superen la media europea, con el mayor número de niños en riesgo de pobreza, deberán destinar un 5% de los fondos europeos a luchar contra la exclusión a través de programas y ayudas para la infancia. La Comisión insta a utilizar el Fondo Social Europeo, la ayuda regional, pero también a través de los fondos post-pandemia.

Nuestro Grupo de Trabajo, no solo considera imprescindible la utilización de dicho Fondo Social para intentar paliar los efectos devastadores que está padeciendo nuestra infancia, sino que se plantea poner el foco en el impacto que las investigaciones y el desarrollo de la neurociencia tienen para la infancia, ya que sus aportaciones inciden directamente en el desarrollo integrador de la infancia en general, y en particular en la infancia invisibilizada (0-6 años).

En los primeros años de vida es cuando la plasticidad cerebral y la neurogénesis es más intensa y por tanto es un periodo vital para el desarrollo de habilidades cognitivas y psicosociales.

La evidencia señala que si se invierte tempranamente en la salud, la educación y el desarrollo infantil, se obtienen beneficios que se acumulan a lo largo de la vida de los niños para sus futuros hijos y para la sociedad en su conjunto.

Un análisis publicado en 2017, sugiere que si los gobiernos no  actúan para mejorar el desarrollo infantil a través de programas preescolares y domiciliarios universales, y reducir la incidencia de los retrasos en el desarrollo infantil, el coste es sustancial y podría llegar a más del 10% del Producto Interior Bruto (PIB).

Aunque las aportaciones de las múltiples investigaciones de la neurociencia en el desarrollo infantil ha ido calando en muchas de las escuelas infantiles de nuestro país, los apoyos gubernamentales y autonómicos han sido insuficientes, dejando a los niños y niñas de hogares con menos recursos sin esta oportunidad esencial para su desarrollo integral.

También es cierto que, una parte importante de la comunidad educativa y de todos los actores que intervienen en ella, incluida la familia, no ha tomado conciencia de la importancia de estos procesos, bien porque se rigen por otros intereses a menudo economicistas y mercantilistas, o bien por motivos ideológicos apoyados en una serie de “neuromitos” (a continuación de nuestro posicionamiento ofrecemos un anexo con algunos de esos “neuromitos”)  sobre los procesos de aprendizaje y crecimiento. Estos neuromitos o visiones y acciones inadecuadas sobre el desarrollo infantil, ejercen un efecto negativo sobre el mismo y provocan un aumento de estrés emocional en los niños y adolescentes resultando en un aumento estrepitoso de los problemas de salud psicosociales en la infancia y adolescencia actual.

Sin duda estamos ante un reto muy importante, ya que la gran complejidad que supone investigar el funcionamiento de cerebro humano y conocer cómo aprende, ha provocado el desarrollo de diferentes ciencias, como la Neurociencia Cognitiva, la Neurociencia Social, la Neurociencia Emocional y la Neurociencia Educacional (también tenéis una explicación un poco más amplia de estas disciplinas en el anexo). Entre ellas se debe establecer un diálogo interdisciplinar para poder conocer cómo se desarrolla y aprende el cerebro humano.

Con todas estas aportaciones, para el Grupo de Infancia de Por un Mundo Más Justo, repensar la sociedad es sinónimo de observación, de reflexión, de diálogo, de escucha y de responsabilidad por parte de todos los agentes implicados para que, la infancia de hoy, pueda ser el soporte de una sociedad más sana, justa e igualitaria.

Por ello consideramos imprescindible que:

  • Las administraciones públicas y las organizaciones sociales y empresariales proporcionen medidas y recursos, en donde tengan cabida la conciliación entre la respuesta a la infancia y la situación familiar y laboral;
  • Se abra un diálogo interdisciplinar, serio y riguroso, entre las instituciones sanitarias, educativas y sociales, para proporcionar programas de información y formación sobre cómo aprendemos los seres humanos y cómo necesitamos desarrollarnos;
  • Trabajemos para que, el entorno de los niños, sea el adecuado, donde se les proteja y, desde el respeto a la diversidad y la interculturalidad, puedan experimentar la individualidad, la capacidad de asombro, el ensayo y error, la intuición, la creatividad, el aburrimiento, la autonomía, el procesamiento “individual” de la información y la posibilidad para cuestionar, dudar y cambiar la dirección. En ese sentido, por ejemplo, hay que regular la publicidad dirigida a la infancia (que es tan perniciosa en temas alimentarios y en otros aspectos de la construcción de valores y hábitos);
  • Cuidemos de modo particular los procesos de aprendizaje y escolarización de los niños y adolescentes de contextos vulnerables, lo que se traduce –entre otras cosas- en una mayor dotación de recursos para la prevención, detección, diagnóstico y respuesta terapéutica y educativa de los Centros Educativos y, en especial, de Atención Temprana.

Queremos finalizar afirmando que donde haya un niño sufriendo, no hay espacio para la risa. Ya la neurociencia lo avala: el cuidado del ambiente físico, la protección afectiva, las caricias, la escucha y las conversaciones, los juegos, las propuestas pedagógicas respetuosas con el neurodesarrollo gradual… son las experiencias significativas de aprendizajes que podrán llevar a nuestra infancia a adquirir destrezas útiles para desenvolverse el día de mañana. Si queremos un mundo más justo, sano, y armónico… cuidemos el desarrollo de nuestra infancia.

Grupo de Infancia de Por Un Mundo Más Justo (M+J)

 

Anexos.

Las disciplinas de la neurociencia y el desarrollo infantil

Todas las investigaciones de las diferentes especialidades de la neurociencia sostienen que las experiencias vividas en la primera infancia, o la privación de las mismas, van a matizar el proceso de desarrollo cerebral. Para ello se sustentan en diferentes factores:

Neurociencia cognitiva: El desarrollo cerebral es un proceso complejo y gradual de maduración del Sistema Nervioso Central y del cerebro.

Ese desarrollo gradual va vinculado a un despertar paulatino de todas las habilidades cognitivas, sensoriales, físicas emocionales reflexivas y morales.

Es en este periodo vital (0-8 años) donde se asientan las funciones cerebrales superiores: memoria, razonamiento lógico, lenguaje, percepción espacial y visual y discriminación auditiva.

Neurociencia social: El impacto de la relación de los niños con los adultos en el desarrollo de su cerebro desde la etapa prenatal es enorme. Las relaciones interpersonales son un eje central del desarrollo infantil, ya que los niños y niñas aprenden de los adultos habilidades emocionales, sociales, cognitivas y se adaptan al entorno. Cuanto mayor sea el conocimiento que el adulto tenga acerca del proceso de desarrollo cerebral infantil, más alta será la probabilidad de actuar favorablemente en la primera infancia.

La influencia que el medio ejerce en el desarrollo del ser humano también es muy grande. Por ello, es esencial que ese “entorno” esté adaptado al desarrollo gradual de maduración para que, gracias a la plasticidad neuronal, ese “cableado cerebral” dependiente de la experiencia, utilice la información emocional, física, social para su proyecto arquitectónico cerebral.

Neurociencia emocional: El organismo humano se desarrolla como un todo, y uno o más sistemas no pueden desarrollarse de manera independiente, sino que dicho desarrollo se caracteriza por la direccionalidad hacia una mayor complejidad y cambio cualitativo, por lo que el desarrollo de las habilidades emocionales también está relacionado con la estructuración neurológica, que nos lleva a prepararnos para la complejidad ascendente de las habilidades emocionales y sociales.

Por otra parte, las emociones mantienen la curiosidad, nos sirven para comunicarnos y son imprescindibles en los procesos de razonamiento y toma de decisiones, es decir, los procesos emocionales y los cognitivos son inseparables.

Neurociencia educacional: La gran plasticidad neuronal que se evidencia desde el nacimiento permite el desarrollo funcional de habilidades esenciales para el aprendizaje: habilidad motora, visual, lenguaje, atención, auditiva y afectiva. Pero este neurodesarrollo necesita estimularse con las experiencias del entorno. Es decir es imprescindible “el diálogo entre la experiencia y la genética”.

Ese diálogo entre genética y experiencia tiene que responder a la evolución natural, por lo que es imprescindible que las “propuestas curriculares” se adapten a dicha evolución neurológica.

La gran plasticidad neuronal, esa gran maleabilidad ante el entorno, puede producir efectos negativos. La sobre-estimulación con muchas actividades y materiales y/o no adaptadas al momento del desarrollo del niño desencadenan problemas de inatención, de inquietud, de ansiedad, de estrés ante el aprendizaje. Así mismo, algunos factores ambientales pueden alterar la arquitectura del cerebro en la primera infancia: la falta de vínculo afectivo, la violencia, abuso, negligencia, maltrato, pobreza, abuso, desnutrición… Todo ello provocando efectos devastadores para la vida futura.

El juego es el eje central de las experiencias en la primera infancia y por ende, impacta directamente en el proceso de neurodesarrollo, en el aprendizaje y en diferentes habilidades de las seis dimensiones del ser humano

NEUROMITOS

  • “Cuanto antes se enseñe a un niño algo, antes lo aprenderá”. Sin embargo, si su “cableado neuronal” no está maduro para ello, no lo aprenderá y sí podrá producirle estrés;
  • “Cuanto antes siente a un niño frente a una ficha de trabajo (1-6 años) y más cantidad de ellas haga, más competencias le estoy enseñando y los padres más contentos estarán de lo que el niño/a hace”. Sin embargo, unido a lo descrito anteriormente, de esa manera, se le está privando del movimiento espontáneo, la curiosidad, y del juego, que son experiencias tempranas que perfila la arquitectura del cerebro y diseñan el futuro comportamiento;
  • “A esta edad (0-3) solo con comer, dormir y entretenerles con cualquier cosa es suficiente, ya que no es importante lo que aprenden. Ya lo aprenderán cuando sean mayores”. Sin embargo, desde el nacimiento la plasticidad neuronal se retroalimenta con las experiencias externas y es durante esta etapa vital cuando más se incrementa y especializa la estructura cerebral.

Además, se hacen habituales prácticas como:

  • Jornadas escolares largas e irreconciliables con tiempo de permanencia con la familia. Neuromito: “En el colegio les estimulan más y aprenden más”
  • Prolongación del horario escolar con más actividades sedentarias “para que mi niño sea muy listo y pueda ser el mejor”. Neuromito: “cuanto más mejor”.
  • Sobre estimular los espacios del niño con excesivos juguetes y tecnología. Neuromito: “cuanto más tenga y más experimente mejor”.
  • El ritmo rápido del adulto impuesto al niño. Neuromito: “así se preparará para hacer muchas cosas ya que la vida es aceleración y competitividad”.
  • Reducción de los espacios de juegos de movimiento y esparcimiento al aire libre sin estructura, para sustituirlos por actividades dirigidas y estructuradas en espacios cerrados. Neuromito: “el adulto tiene que dirigir y estar presente para que el niño aprenda más ya que son actividades “más útiles” para la vida”.