Por nuestros niños y niñas, sí al Premio Princesa de Asturias.
Más de dos años llevamos ya conviviendo con la pandemia y nos ha cambiado la vida a todas las personas en muchos aspectos, especialmente en lo que se refiere a las relaciones personales y la vida social. Pero si nos detenemos a pensarlo un poco, uno de los colectivos más afectados ha sido el de la infancia.
De la noche a la mañana vieron cómo se cerraron sus centros educativos, tuvieron que conectarse (y no todas las familias pudieron permitírselo) a pantallas para tener clases virtuales, renunciar al ocio al aire libre y, en no pocas ocasiones, soportar los ambiente crispados de sus hogares e, incluso, el maltrato y la violencia. Estas personitas fueron denominadas por algunas voces como las “supercontagiadoras”; algunas tuvieron que dar sus primeros pasos sin pisar un parque, con familias calculando a qué hora entraba el rayo de sol por su ventana para recibir algo del mismo; otras, como los/las bebés recién paridos, no pudieron sentir el calor de sus seres queridos hasta semanas o incluso meses después de nacer…
Circunstancias que no mejoraron con la llegada de la ansiada “desescalada”, porque la infancia, como a menudo ocurre –quizá porque no votan o no se manifiestan…- parece que fue la última en la que se pensó (parques cerrados de nuevo y suspensión de eventos infantiles mientras se abrían estadios o bares…). Ni tampoco el regreso del colegio fue el deseado. Porque ya no fue la escuela que dejaron, sino la escuela pandémica, la de los grupos burbuja, donde las relaciones se acotaron drásticamente, no se podía tocar o abrazar, compartir… y donde las mascarillas ocultaban sentimientos, inseguridades… Una escuela que, por otra parte, sufrió en muchos casos la ruptura con metodologías atractivas, activas, alternativas e innovadoras… Tocó un aprendizaje poco efectivo y afectivo, sabiendo ya por la neurociencia que solo se aprende aquello que emociona y siempre teniendo en cuenta el movimiento – y la infancia lo es en estado puro. En cambio, se convirtió en la escuela de los protocolos, del gel desinfectante, de las ventanas abiertas, del “¡recuerda la distancia!”, del «no puedes ver, ni jugar con tu hermano o hermana y menos aún con tu amigo o amiga, porque va a una clase diferente o porque no es una persona conviviente…”.
En fin, circunstancias todas que han conllevado para la infancia pérdida de juego, experimentación y experiencias que, seguramente, ya no vivirán. Pero ahí ha seguido todo este tiempo, sin quejarse, haciendo suyo lo que el resto de la sociedad les pide. Y haciéndolo sin protestar, aceptando que “hay un bicho suelto” y que tienen que protegerse para proteger a sus familias, a sus abuelos… ¡Qué carga tan pesada para unas espaldas tan pequeñas!
En ese contexto, y aún conscientes de su carácter más simbólico que otra cosa -y de que dichos galardones también tienen sus voces críticas por todo lo que “está detrás” de los mismos-, el Partido Por Un Mundo Más Justo apoya la iniciativa promovida por el maestro Francisco Cid Fornell de otorgarles el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Un galardón que, incluso, haríamos extensible a la infancia de todo el planeta por las mismas circunstancias.
Además, para que no se quede en un mero acto de homenaje, proponemos que la concesión vaya unida a la toma de medidas por parte de Gobierno y Consejerías, para compensar de alguna manera las consecuencias tan duras de la pandemia para nuestra infancia. Así, desde Por un Mundo más Justo ponemos encima de la mesa las siguientes propuestas:
- que los presupuestos dedicados a la educación se acerquen al 5%, de manera que se pueda fomentar una inversión en las infraestructuras «en y alrededor» de los centros educativos y donde la naturaleza tenga una importancia relevante;
- que las Consejerías de Educación se involucren en el desarrollo de programas y proyectos que vayan en la dirección de una mayor dotación de recursos humanos, que permita ir más allá de la mera transmisión de conocimientos y fomente la reflexión, debate, exposición…, manteniendo un adecuado equilibrio entre aporte tecnológico y humano;
- que se baje, de manera urgente y drástica las ratios -algo que nuestro partido lleva en su programa electoral de las próximas elecciones andaluzas, sobre todo en contextos vulnerables, y que se incorporen metodologías, alternativas y motivadoras, que fomentan y desarrollan un eficaz aprendizaje como demuestran muchos estudios científicos
- que se fomente la presencia en los centros educativos de otros profesionales imprescindibles tanto para su desarrollo integral, como para la enseñanza-aprendizaje; especialmente, tras la situación acontecida por el coronavirus: psicólogos/as, trabajadores/as y educadores/as sociales, enfermeros/as, auxiliares educativos… todo con el objetivo de crear programas de intervención en salud mental, equipos de mediación y en definitiva, para atender todo tipo de necesidades del alumnado más allá de lo meramente académico;
- que se desarrollen y refuercen los servicios de orientación, ampliando el número de especialistas en necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE), en pedagogía terapéutica y en audición y lenguaje, todo ello sin olvidar las necesidades de una Educación Especial, tan necesaria para aquellos casos cuyos menores necesitan, no solo una eficaz inclusión, sino de un aprendizaje y acompañamiento constante y concreto;
- que se invierta en proyectos que fomenten las actividades complementarias y extraescolares en Centros especialmente ubicados en zonas vulnerables, pues la educación va más allá del tiempo escolar;
- que se ponga el acento no en las diferentes asignaturas, sino en las competencias que desarrollan, valorando así todas las asignaturas por igual y apostando por su unificación mediante proyectos consolidados y con una mayor eficacia demostrada.
El premio Princesa de Asturias de la Concordia se creó para reconocer a aquellas personas o instituciones cuya labor hubiesen contribuido de forma ejemplar y relevante al entendimiento y a la convivencia en paz entre los seres humanos, por lo que la infancia de nuestro país -e, insistimos, de todo el planeta- nos parece una extraordinaria candidata para tal reconocimiento. Les debemos ese nombramiento al esfuerzo que han hecho, haciéndoles sentir que sí importan, aunque no voten. Pero, sobre todo, les debemos unas condiciones educativas con mucha más calidad, porque esa será la mejor manera de posibilitar que, en un futuro, ellos sepan enfrentarse y tomar decisiones en situaciones como las que les ha tocado padecer con mucho más acierto. Sus hijos, y los hijos de sus hijos, seguro que se lo agradecen.
Equipos de Educación y de Infancia de Por Un Mundo Más Justo (M+J)