Reconocimiento y protección para las personas mayores

Con la pandemia hemos asistido a un repunte del edadismo, o la discriminación por motivos de edad. Una lacra que llevamos mucho tiempo arrastrando pero parece invisible. Se trata de la visión negativa y estereotipada de la vejez, que relega a las personas mayores a la mera concepción de “cargas”, en lugar de reconocer la aportación que realizan a la sociedad. 

Así, los gobiernos y los medios de comunicación presentan a las personas mayores como si todas ellas fueran débiles y frágiles, cuando en realidad no es la vejez per se la que les hace más vulnerables, sino sus propias patologías y sus condiciones de vida. A ello se une la falta de medidas sanitarias eficaces, más allá del confinamiento, para paliar la situación crítica que se ha vivido y se sigue viviendo en muchas residencias de mayores.

El pasado 30 de abril el Fiscal Delegado de Personas Mayores y Personas con Discapacidad comentaba con respecto a las residencias que “se tardó mucho tiempo en practicar los primeros test y los primeros análisis. Entonces, la situación casi fue irreversible en cuanto a la toma de medidas porque poco más o menos han sido unos 20 o 25 días en lo que los médicos han estado actuando a ciegas y solamente detectando a quienes manifestaban la enfermedad, no a los asintomáticos”. En estos momentos esta fiscalía especializada en la protección de las personas mayores está llevando a cabo más de 100 investigaciones penales a raíz de múltiples denuncias relacionadas con la falta de material, de atención telefónica y de personal sanitario, o la escasez de tests en las residencias.

Según los últimos datos publicados por el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, el 86,6% de las personas fallecidas por coronavirus en España son mayores de 70 años. Sin embargo, el Gobierno no ha publicado cuántas de estas personas han fallecido en residencias. Según los datos que aportan las comunidades autónomas, se estima que los fallecidos en residencias de ancianos equivaldrían al 67,26% del total oficialmente notificado por el Ministerio de Sanidad. Lo más dramático es que la mayoría de ellas han fallecido lejos de sus seres queridos, bajo las medidas del mal llamado “distanciamiento social”.

Esta alarmante situación deja en evidencia el sistema social de cuidados establecido, en el que en la mayoría de ocasiones se delega en terceros el cuidado de las personas mayores apartándolos de la vida de los hijos porque restan tiempo para actividades productivas “más importantes”. Nos hemos convertido en una sociedad que mide el valor de las personas por su capacidad de producir en términos monetarios, capitalizando y simplificando el valor de nuestras vidas. Se impone la sociedad del descarte, el que no produce no vale, no sirve, se desecha. Y esta actitud influye en la propia autopercepción de las personas mayores. En palabras de la profesora Sacramento Pinazo, estos estereotipos “funcionan como una profecía autocumplida”, que lleva a las personas mayores a interiorizar como algo irremediable el papel que les atribuye la sociedad, provocando conductas y sentimientos de minusvalía.

Así pues, numerosos estudios afirman que el edadismo tiene efectos en la salud. En particular, un estudio realizado por la Universidad de Yale constató que los ancianos con actitudes negativas respecto al envejecimiento viven una media de 7,5 años menos que los que tienen actitudes positivas. En esta línea, la OMS alerta de que “la discriminación por motivos de edad provoca menores niveles de autonomía, menor productividad y mayor estrés cardiovascular”.

¿Hemos olvidado que las personas mayores son las responsables de que hoy vivamos en un país en democracia y gocemos de libertad? Disfrutamos de muchas más comodidades que las que ellas tuvieron gracias a su esfuerzo y sacrificio. Fueron ellas las que sostuvieron a familias enteras durante la crisis económica, las que cuidan de los nietos, las que unen a las familias. Experiencias, testimonios y conocimiento valiosísimo, que aún tiene mucho que enseñarnos. Estas son las principales víctimas mortales de la crisis, que están falleciendo lejos de sus familias. 

Desde el Partido Por un Mundo Más Justo planteamos una serie de medidas urgentes ante la emergencia que están viviendo las residencias de mayores, y para trabajar de cara al futuro en la construcción de políticas y actividades que fomenten la intergeneracionalidad como cura contra el edadismo. 

En primer lugar, como reivindican desde la Mesa Estatal por los Derechos de las Personas Mayores, las residencias deben ser tratadas por el Gobierno como instituciones de actuación preferente en esta crisis. Por ello, deben realizarse tests en todas las residencias para apartar a los profesionales infectados y aislar a los residentes afectados por el virus. Además, proponemos que se haga un inventario de residencias de mayores y un seguimiento de las circunstancias en que se encuentran todos y cada uno de sus residentes, dotando a las que lo necesiten de profesionales, material y recursos básicos de protección.

En segundo lugar, mientras sea necesario el distanciamiento físico, se debe fomentar la cercanía social con los mayores. Como ejemplos, proponemos incentivar a empresas de comunicaciones y telefonía para establecer redes de comunicación gratuitas entre personas mayores y jóvenes, siguiendo el ejemplo de iniciativas como Generations Working Together, y facilitar espacios radiofónicos o televisivos que sirvan de promoción personal y enriquecimiento para las personas mayores, igual que se facilita la teleeducación para los escolares.

Además de esas actuaciones urgentes, es necesario diseñar un protocolo claro que defina las competencias administrativas ante situaciones de infección masiva, para facilitar la gestión, así como rediseñar el modelo residencial, estableciendo unos ratios personal/paciente mucho más altos, y seleccionando a profesionales más cualificados y entrenados en temas sanitarios.

Este es el momento de replantearse no sólo nuestros servicios asistenciales, sino también nuestro modelo de convivencia. Por ello nos hemos unido al Manifiesto “La intergeneracionalidad suma vidas” presentado el pasado 29 de abril, día Europeo de la Solidaridad y la Cooperación entre Generaciones. Queremos defender un nuevo modo de enfocar nuestras comunidades desde el paradigma intergeneracional, dando a las personas mayores el protagonismo que se merecen, ofreciéndoles la oportunidad de compartir su experiencia y seguir activos. Recordemos el verdadero significado de la vejez, reconociendo el valor y el indispensable papel de las personas mayores en nuestra sociedad. Se merecen todo nuestro cuidado, nuestro amor y nuestro reconocimiento.