El mundo rural en España
En todos los medios se ha detectado un cierto regreso a los pueblos, en estos tiempos de pandemia. El teletrabajo ha permitido que muchas personas dejen la ciudad y asuman el encierro de un modo más sano. ¿Volverán a llenarse nuestros pueblos o se trata de un espejismo? En realidad, la España Vaciada (Aragón, las dos Castillas, partes de Galicia, Rioja, Extremadura y Andalucía) está marcada por pueblos menguantes, donde los niños y los jóvenes son cada vez más escasos y la población envejece sin que se vea solución. Son pueblos que a la vez que pierden habitantes pierden derechos: los médicos no van todos los días (y ahora, atienden en la mayoría de los casos por teléfono); desaparecen oficinas bancarias; las comunicaciones entre los pueblos son difíciles y enrevesadas; se cierran escuelas, comercios y bares… y abren tanatorios. En muchas partes, conectarse a la red es una aventura.
Y, sin embargo, el mundo rural y sus pequeños pueblos han sido y siguen siendo esenciales durante la pandemia. Porque han seguido produciendo y permitiendo que, aunque el papel higiénico se agotase en algunos comercios, no faltasen los alimentos. ¿Qué respuesta se le debe dar a ese “mundo esencial”?
Lo primero que podemos aportar es que el hecho de ser menos no resta derechos. El derecho no lo aporta el número, sino la dignidad humana, presente en la ciudad y en el campo, en las grandes concentraciones y en el puñado de habitantes de un pueblo. En este sentido, hay que hacer una seria reflexión sobre el papel de muchos representantes políticos, que no defienden el interés de un territorio (y sus habitantes, claro) a los que dicen representar, sino que defienden una ideología, y no se comprometen en la solución de los problemas de su tierra.
Otra reflexión importante es la necesidad de que se valore al mundo rural no solo como productor de alimentos; sino también como sumidero de CO2, el temido acelerador del cambio climático. Todo esto debería llevar a un cuidado extremo de esta parte de nuestra sociedad, que se ve sometida, sin embargo, al olvido y al abandono. En el fondo laten dos tentaciones terribles: considerar el mundo rural como una especie de Parque Jurásico, al que acudimos para relajarnos y oxigenarnos; y después volver a la ciudad, donde “de verdad” está “la vida”; y convertir las zonas rurales en zonas de recursos baratos (los del campo y, ahora, con la pretensión de la UE de autosuficiencia minera, en el subsuelo).
Una mirada al mundo rural debe incluir un aprendizaje de los valores que nos aporta su tradición humana, centenaria, en todas las dimensiones: culturales, patrimoniales, sociales, productivas. Y, por supuesto, convivenciales. Una ecología integral, que estimule un crecimiento sostenible, verde y circular, partiendo precisamente de la gran riqueza disponible en el mundo rural: el medio ambiente. El crecimiento del asociacionismo y de las redes de trabajo debe facilitar el emprendimiento, la creatividad y el trabajo común que permitan no solo mantener la población, sino atraer nuevos habitantes a los pueblos menguantes actuales.
¿Qué acciones prácticas y concretas suponen estos planteamientos generales? Hemos de buscar la repoblación de los amplios territorios de la España Vaciada, sabiendo que el mejor medio para defender la naturaleza es defender los pueblos que conviven con ella; y viven de ella. Recordemos cómo se hizo esa repoblación en otras etapas de nuestra historia: mejorando las comunicaciones (hoy, carreteras, tren) y las conexiones (banda ancha, en nuestros días); con una discriminación positiva que, a través de la política fiscal y un catálogo de incentivos, atraigan población y actividad industrial, comercial. Hay que implementar en los propios territorios el valor añadido de sus productos, de gran calidad, pero que con frecuencia son transformados fuera; se ha de fomentar la economía verde y circular; el ecoturismo; las energías renovables, con un expreso rechazo a las megaminas que son la más reciente expresión del neocolonialismo que, una vez más, quiere provocar el efecto expulsión de la población para surtir los mercados laborales de las grandes ciudades de mano de obra barata.
El mundo rural es una realidad poliédrica, con grandes problemas y grandes valores. Es, sin duda, una realidad con futuro y con sentido. Al celebrar, el día 15 de mayo, el Día del mundo rural queremos acordarnos de una parte esencial de la población de nuestro país y comprometernos con ellos a construir proyectos concretos y viables que ayuden a su repoblación y su desarrollo coherente y sostenible porque, en nuestro Partido lo tenemos claro: también esta “parte de nosotros” es “servicio esencial” para la construcción de un mundo más justo.
Grupo de Repoblación Rural de Por Un Mundo Más Justo