No es lo mismo sin azúcar que sin hogar
Vivimos en una sociedad que sabe gestionar muy bien lo que le sobra. Si sobra el alcohol… fabricamos cerveza sin alcohol. Si sobra el azúcar, tenemos productos sin azúcar. Si sobra la lactosa, creamos la leche sin lactosa. Si sobra el gluten, le quitamos el gluten hasta al pan. Si sobran las calorías podemos hartarnos de comer y no engordar con los productos sin calorías. ¿Y si lo que sobran son personas? Por desgracia, ahí es donde entra en juego la expresión «personas sin hogar».
Sí, lo solucionamos todo con un “sin” y miramos para otro lado, con indiferencia, con frialdad, sin miramientos. Sabemos lo que es un producto sin azúcar, lo hemos revisado y hemos leído los valores nutricionales muy bien antes de comprarlo. Pero, ¿sabemos lo que significa ser una persona sin hogar? Porque no es lo mismo sin azúcar que sin hogar. Revisemos la etiqueta de una persona sin hogar:
–Sin techo: una persona sin hogar no tiene un lugar digno en el que abrigarse, descansar o tener privacidad. Su cama es un banco, su lámpara una farola, su techo un puente y su hogar es la calle.
–Sin lugar fijo: una persona sin hogar no tiene un lugar fijo en el que establecerse, guardar sus cosas, un lugar al que volver… Si todavía le queda algo que guardar, a veces se lo roban, a veces se lo tiran.
–Sin comida: una persona sin hogar no tiene qué comer, depende de la buena voluntad de algún vecino, de algún comedor social o de lo que pueda encontrar en alguna basura.
–Sin salud mental: una persona sin hogar ha llegado hasta donde está porque su vida entera se ha derrumbado, y nadie parece entenderlo. La gente los califica de locos, borrachos, drogadictos, inadaptados… pero hay mucho más detrás de todo eso y no hay nadie que atienda su gran necesidad de recuperar su salud mental, su autoestima, la confianza, sus ganas de vivir.
–Sin calor social: una persona sin hogar no tiene familia que le acoja y no tiene amigos que le ayuden. Cuando pasan a su lado ni le miran, ni le saludan. Algunas personas se acercan cuando les sobra tiempo, pero es mucho más el calor humano que les falta.
–Sin derechos: una persona sin hogar no tiene vivienda, no tiene trabajo y muchas veces no puede ni empadronarse. El empadronamiento, que es un derecho básico y, al mismo tiempo, un deber de todo ciudadano, se les niega en algunos municipios. Y en otros, se les deja empadronarse pero en un árbol, en un banco, debajo de un puente. Ni siquiera se les ofrece un lugar público en el que poder al menos recibir su correspondencia y guardar sus cosas.
–Sin una muerte digna: una persona sin hogar muere en la calle, sola, sin nadie que le agarre la mano, sin nadie que esté a su lado. Con suerte alguien se dará cuenta, llamará a las emergencias y recogerán su cuerpo y sus cosas del suelo.
– Sin un entierro digno: cuando muere, una persona sin hogar no tiene cómo pagar su propio entierro ni a nadie que le dé una última despedida, no tiene un entierro digno. Su cuerpo se queda en una nevera, esperando 30 días a que nadie lo reclame, porque nadie lo reclamó en vida.
En definitiva, como sociedad hemos hecho posible que una persona sin hogar sea una persona sin dignidad, desde que vive en la calle hasta incluso después de su muerte.
Sabemos que es muy difícil darle la vuelta a todos estos “sin” –que en España se calcula en torno a 40.000 personas; podéis conocer más datos en este otro posicionamiento que hicimos el año pasado-, que es muy difícil cambiar nuestra mirada como sociedad, pero para empezar proponemos que se cumpla la ley en lo más básico y sencillo: que nadie se quede sin un lugar en el que empadronarse. Que todo el mundo tenga un lugar en el que quedarse y empezar de nuevo, abriéndose la puerta a todo lo que le pueda ofrecer el municipio para recuperar su vida, su camino, su sentido, su dignidad.
Desde el partido Por Un Mundo Más Justo estamos trabajando para que este derecho -el del empadronamiento- sea efectivo en todos y cada uno de los municipios de nuestro Estado. Aunque, como mal menor se haga, en un árbol de un parque o en un banco (si bien nos duele imaginar que, por falta de voluntad política y de las administraciones, en nuestro DNI apareciera como domicilio cosas como “el tercer banco a la derecha del Parque del Retiro”).
Así mismo haremos todo lo posible por denunciar el resto de circunstancias que hacen que estas personas -ciudadanas y ciudadanos de plenos derechos como tú y yo, no lo olvidemos- sigan experimentando privaciones o viviendo “sin” lo que nadie debería vivir salvo por opción propia. Y proponiendo soluciones reales, tangibles y realizables.
Contamos también contigo para que sea así.
Equipo de Sinhogarismo M+J