
Balance ante la DANA III: el día 29 de Octubre. Reacción y respuesta.
Publicamos este posicionamiento político de M+J, en torno a la tragedia de la DANA del pasado mes de octubre, a los pocos días de que representantes de las víctimas hayan sido escuchadas por las instituciones europeas. Además, es continuación de otros que hemos ido publicando:
- Uno al mes de lo sucedido
- Otro planteándonos diversas preguntas referidas a lo sucedido antes, durante y después de la DANA
- Y otro profundizando en los errores cometidos en fechas anteriores a la DANA
En esta ocasión, avanzando en todo el trabajo de análisis riguroso de lo que pasó, nos detenemos en los momentos justos en los que la DANA estaba azotando a Valencia y otras poblaciones cercanas.
Deseamos ir más allá de los reproches de unas formaciones políticas a otras, de las actitudes que solo buscan excusar los errores propios y visibilizar -o engrandecer- los ajenos, y de análisis sesgados o manipuladores.
Sólo nos mueve la importancia de conocer bien lo que sucedió y cómo se reaccionó, para depurar responsabilidades y, más aún, aprender de los errores y prevenir otros sucesos parecidos en el futuro.
De entrada, a sabiendas de que, durante la crisis, los sistemas de alerta y la preparación previa fueron probados en su máxima capacidad, constatamos que no todos los protocolos fueron activados con la celeridad o eficacia que la situación requería.
Desde ahí abordamos cinco cuestiones que nos parecen fundamentales:
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¿Qué ocasionó la tragedia?
Además de todo lo referido en nuestro posicionamiento anterior sobre la falta de previsión y de intervenciones oportunas desde hace años, el mismo día 29 se produjeron circunstancias que abocaron al fatal desenlace que todos conocemos y que, por encima de cualquier otra cosa, nos duele por las víctimas mortales (en total, incluyo lo de otras provincias hubo 222 personas fallecidas y más de 36000 rescatadas.
Para evidenciarlo, repasamos lo sucedido en la mañana del día 29 en diferentes lugares.
Por un lado, esa mañana, el CECOPI (Centro de Coordinación Operativa Integrada,
organismo en el que se encuentran la Delegación del Gobierno, la Consellería encargada de las emergencias, y las Fuerzas de Seguridad), se encontraba reunido por un estado de alerta debido a la DANA.
Estaban todos pendientes de qué ocurría en la presa de La Forata, en el río Magro debido a las fortísimas precipitaciones de la cuenca alta, en Utiel-Requena. Se corría el riesgo de que se rompiera e inundara con una ola devastadora las poblaciones de Carlet y Algemesí principalmente (más poblados). El río Magro está monitorizado y con algunas de sus obras hidráulicas contra inundaciones realizadas, aunque faltan otras.
La presa, finalmente, resistió, y la inundación aguas abajo solo causó daños materiales (no nos consta si hubo alguna persona fallecida en esa zona por culpa del río Magro). Todo el CECOPI estaba con los ojos puestos en el Magro.
Pero, al mismo tiempo, las lluvias extraordinarias en Bunyol y Xiva empezaron a bajar como una ola por el Barranco del Poyo. En L’Horta Sud no llovía. El Barranco del Poyo, ni está monitorizado ni están hechas las obras hidráulicas. Solo tiene un aforador (que acabó saltando por los aires) en una zona ya cercana a las poblaciones de la llanura.
La cuenca del Barranco del Poyo es muy corta y los tiempos de concentración son ridículos. No saltaron las alarmas. El sistema no funcionó y no se avisó a la población. Por eso fallecieron más de 200 personas. Cosa que no ocurrió en el río Magro.
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¿Acudió la ayuda disponible lo antes posible?
Aunque la ayuda fue movilizada en el momento de la crisis, la magnitud de la catástrofe y la falta de preparación en algunas áreas retrasaron las primeras respuestas.
En algunos casos, la falta de información precisa sobre las áreas afectadas complicó la distribución de ayuda y recursos. Las poblaciones se sintieron abandonadas durante los primeros momentos y días, sin luz, sin agua y sin nadie que llegase a socorrerlos.
Si bien, se realizaron numerosos rescates por parte de los bomberos y la UME desde ese mismo día.
Claramente, la reacción fue lenta, tardía y sin coordinación. Con los mismos datos, hubo ayuntamientos que suspendieron las clases y otros que no; la Diputación envió a casa a sus trabajadores; la Universidad de Valencia suspendió la docencia ese día, y la Politécnica desde mediodía.
Indicios había de las circunstancias extraordinarias de las lluvias y de los caudales, tanto de ríos, como de barrancos y embalses. Pero no hubo unas directrices claras desde las administraciones competentes.
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¿Tenemos los suficientes medios para afrontar la atención de una emergencia de este calibre?
La emergencia desbordó nuestras capacidades logísticas, humanas y técnicas. El desastre evidenció la falta de previsión, protocolos claros y coordinación sanitaria interinstitucional.
Los recursos disponibles fueron claramente insuficientes para hacer frente a la magnitud del desastre. Las capacidades de respuesta ante emergencias, se vieron limitadas por la falta de medios materiales y humanos en zonas donde no se esperaban inundaciones tan destructivas.
La infraestructura de emergencia y los planes de evacuación fueron inadecuados en la mayoría de los casos, lo que dificultó la respuesta efectiva.
Los hospitales tampoco trabajaron con decisiones comunes. Algunos, enviaron médicos junto con la UME para evacuar a los heridos y a los enfermos crónicos en las poblaciones asignadas a su centro. Otros, no reaccionaron hasta días después.
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¿Tuvo algo que ver la actuación de la población?
Otro factor importante en todo lo acaecido, es la cultura de las alertas de la población. Cuando en la zona del levante se avisa de que el río va crecido, TODO el mundo se va a “salvar su coche” y se lo lleva a un lugar alto. Además, intenta subir al piso de arriba todos los enseres que puede para salvarlos.
Pues bien, lo de “salvar los coches” llevó a la mayor cantidad de muertes. Y es que, todo el mundo piensa que “le da tiempo”. Y es verdad que, en las riadas habituales en esta zona, el agua sube poco a poco, ya que una vez sale del río pierde velocidad. Pero esta vez fue una ola enorme, que se llevó todos los coches con la gente dentro.
Para evitar estas actuaciones, en otros países hacen simulacros de terremotos desde pequeños, y se enseña en los colegios cómo proceder. Y la población sabe qué hacer. Aquí no.
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¿Cómo actuó nuestra clase política?
Como formación política que apuesta por una cultura política constructiva, nos resulta muy triste -e incluso desagradable- todo lo que se está moviendo en torno al actuar político el día 29 y los sucesivos. Y, lo peor, es que parece ser un ejemplo más de la calidad de nuestra clase gobernante.
En ese sentido creemos importante depurar responsabilidades, ya que los propios implicados de unas y otras administraciones, de unos y otros colores, no han sido capaces de hacer autocrítica y sólo se han dedicado a echar balones fueras y culpar “a los otros”.
Deseamos que la justicia haga su trabajo y podamos esclarecer quienes omitieron su deber de respuesta. Y sería deseable, entendible, sano y muy recomendable que, aquellos cargos que hicieron dejación de funciones o tuvieron actitudes irresponsables, dimitieran de los mismos.
En cualquier caso, parece justificado que la ciudadanía juzgue la actuación de la clase política desde su incompetencia, con honrosas excepciones. Personas con escasa formación para hacer frente a situaciones así y, lo que es peor, con grandes dificultades para coordinar situaciones de conflictos y para coordinarse con otros entes y cargos públicos en pro del bien de los ciudadanos.
A ello se une que los conocimientos técnicos quedaron relegados por indecisiones políticas.
APUNTANDO PROPUESTAS
Aunque será motivo de un posterior posicionamiento, donde trataremos de desarrollarlas, ya podemos adelantar algunas líneas de actuación que nos parecen necesarias si queremos prepararnos para afrontar otros sucesos con el mismo potencial destructivo.
- Por un lado, claramente hay que invertir en la mejora de los medios de emergencia. Se trata de una cuestión polémica puesto que, desde una óptica política, esa inversión sólo resulta rentable en caso de que ocurra una catástrofe, por lo que no es prioritaria para la gran mayoría de los dirigentes;
- Por otro lado, urge una mayor formación de respuesta ante catástrofes para la ciudadanía en general. Saber qué hacer y qué no, cómo actuar y dónde concentrar las fuerzas puede salvar vidas. A la vista ha estado. Esta formación debería impartirse particularmente en las zonas inundables, igual que se instruye a la población sobre terremotos en los sitios con más riesgos de seísmos;
- También sería muy bueno cambiar el sistema de alertas, de tal manera que, en lugar de decir, amarillo, naranja o rojo, se dijese «Quédese en su sitio», «Salga inmediatamente de esa zona», «Vaya a un sitio alto», como ocurre en otros países;
- Al mismo tiempo, hay que dotar de más autoridad a los procesos técnicos en situaciones como la vivida. No se puede depender de decisiones políticas, que atienden a menudo a otras cuestiones, y que no hacen sino aumentar la presión sobre los/as técnicos/as;
- Por último -y como parte implicada- también es muy necesario apostar por otra clase política, competente y capaz de mirar por el bien de los ciudadanos, la verdad y la justicia, antes que por los propios intereses.
Por Un Mundo Más Justo quiere formar parte de esa nueva generación de estilo y capacitación política, también conscientes de la posibilidad de errar y de la importancia de estar siempre dispuestos a reconocer errores, a buscar apoyos “en los otros” y a optar siempre por la construcción de una sociedad más justa, solidaria y cohesionada. Y, por opción y necesidad, aportando una mirada esperanzada y confiada en la capacidad de salir fortalecidos en sucesos tan dramáticos como este.
Ojalá sea así.
Partido Por Un Mundo Más Justo Valencia